Línea Editorial: "Permanente estado de excepción en El Salvador"

Nayib Bukele, Presidente de El Salvador, decretó hace un año el estado de excepción en el país. Desde entonces, su política contra la inseguridad ha llevado a la cárcel a más de 66.000 salvadoreños pertenecientes a maras, organizaciones criminales y grupos de narcotraficantes. Para albergarles, Bukele ha hecho construir un Centro de Confinamiento del Terrorismo para que los detenidos vivan encerrados durante décadas.

Las imágenes del traslado de los presos se han hecho virales. La intención es clara: demostrar a las organizaciones criminales que, por fin, en El Salvador, hay un presidente que no se acobarda. Eso es lo que muchos salvadoreños vieron en Bukele y por eso le otorgaron su confianza. Pese a los éxitos policiales, la política de seguridad del presidente deja mucho que desear. En las cárceles de El Salvador se tortura y se vulneran los derechos humanos, algo que en democracia es intolerable. El Estado de Excepción, además, permite intervenir de manera extraordinaria en el ejercicio de los derechos y las libertades ciudadanas.

El Cardenal Gregorio Rosa Chávez ha mostrado la voluntad de la Iglesia católica de dialogar con el Gobierno para contribuir, junto a otras instancias sociales, a la reversión de una situación que ha llevado a la cárcel no solo a delincuentes, sino a inocentes. Lo excepcional se ha convertido en la regla, ha denunciado el Cardenal Rosa Chávez. Es muy cierto que durante décadas los salvadoreños han sufrido el terror de las maras sin que desde el Gobierno se arbitraran medidas eficaces de lucha. Pero nada justifica la arbitrariedad y, mucho menos, la represión.