En su misión de alentar el diálogo entre los cristianos y acompañar el sufrimiento de la humanidad, el papa Francisco comienza hoy un viaje a Chipre y a Grecia, dos fronteras naturales de una Europa que se abre a otros pueblos. Francisco va a hacerse presente en un histórico laboratorio de la convivencia. Como en todo viaje pastoral, llevará una palabra de confirmación y de aliento a las comunidades católicas locales, una presencia numéricamente pequeña pero elocuente en cuanto testimonio del Evangelio.

En continuidad con sus predecesores, Francisco está empeñado a fondo en el encuentro con los hermanos cristianos y en el diálogo entre las religiones. Esta visita a dos países de mayoría ortodoxa va a suponer una nueva oportunidad para ratificar el profundo acervo común de ortodoxos y católicos. Existe una responsabilidad común de quienes confiesan el Evangelio a la hora de afrontar los retos que interpelan a la conciencia de la humanidad, como es el caso de los flujos migratorios que llegan a la isla de Chipre, puerta de Europa para quienes proceden de África y Asia. Si en el imaginario colectivo el pontificado de Francisco está marcado por sus visitas a Lampedusa y a Lesbos, este nuevo viaje apostólico servirá para profundizar algunos núcleos de insistencia de su magisterio en un tiempo de miedos e incertidumbres.