En una cosa tiene razón Joe Biden: 100.000 soldados rusos en la frontera de Ucrania no van a permanecer mucho tiempo inactivos; hay que advertir a Putin de que cualquier agresión tendrá consecuencias. Pero tampoco le faltan argumentos a Macron, presidente de turno del Consejo: la UE debe tener voz propia, e incluso aprovechar esta situación para alcanzar un pacto de seguridad global con Rusia, una potencia en decadencia, pero aún con gran músculo militar, sobre todo si Occidente no está dispuesto a hacerle frente.

Ucrania es la gran pieza que le falta a Putin para recuperar la antigua zona de influencia de la URSS, brutalmente reivindicada por Moscú en Georgia, Transnistria, Bielorrusia o Kazajistán, en paralelo al creciente autoritarismo en la propia Rusia. Nada convendría más a Putin que afianzar esos logros mediante un acuerdo europeo. Comenzando por los misiles y siguiendo por las armas convencionales, hay un arsenal de tratados caducos que debe ser puesto al día.

Y en último término, hace falta un nuevo marco en Europa, como el que originó en 1975 la Conferencia de Helsinki. Rusia ha volado esos acuerdos, pisoteando la integridad territorial de los vecinos que se negaban a rendirle pleitesía. Eso es lo que EE.UU. y la UE no pueden legitimar. Juntos deberían forzar un difícil, pero tarde o temprano inevitable, acuerdo de Rusia con Ucrania, como premisa para un pacto de seguridad global.