Este domingo, Jornada Mundial de las Misiones, es un día para recordar con agradecimiento a las miles de misioneras y misioneros que abandonan su hogar para anunciar el Evangelio y dar la vida por los demás en algún confín del planeta. Lo subraya el Papa en su mensaje del Domund, una fecha muy señalada en el calendario de la Iglesia, y particularmente en la de España, que sigue siendo, si se puede decir así, una potencia mundial en misiones.

No se trata solo de su trabajo, dice Francisco. Con su propia vida, los misioneros hacen creíble el Evangelio, y de este modo generan a su alrededor comunidad cristiana. En su pregón del Domund, el chef Pepe Rodríguez los describía como “personas normales”, igual que el resto, pero con la virtud de haberse fiado del Dueño de la Mies. Cuando el Jefe les manda a alimentar a la multitud con solo cinco panes y dos peces ellos se fían.

Responden: “Oído cocina”, en lugar de asustarse por lo que, humanamente, a cualquiera le parecería una misión imposible. Claro que esa confianza no surge espontáneamente. El lema elegido para este Domund, tomado de la frase del Libro de los Hechos, remite a esa realidad. “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”. Primero está el encuentro personal con Dios, en el seno de una comunidad. Esa experiencia cambia la vida del misionero y va cambiando la vida de aquellos que se cruzan en su camino, y son testigos de cómo, aún hoy, los panes se siguen multiplicando.