En la primera etapa de su viaje a Hungría y Eslovaquia, el Papa ha clausurado el Congreso Eucarístico en Budapest, con la celebración de una Eucaristía solemne y ha tenido un encuentro con los representantes del Consejo Ecuménico de las iglesias y algunas comunidades judías, a los que les ha pedido que trabajen juntos en la caridad, como camino más concreto para la unidad plena, y para que se respete y fomente la libertad religiosa de todos.

Eucaristía significa acción de gracias y, en este sentido, sería bueno entender el Congreso que ahora concluye, no solo como punto de llegada, sino sobre todo como un punto de partida que nos permita acoger la novedad de la Gracia y comprender la cruz.

La historia del pueblo húngaro está repleta de cruces y también de personas que han sabido agarrarse a ella y dar verdadero testimonio de la luz. Por eso el Papa nos ha invitado a enraizarnos bien, a elevar nuestra mirada y a extender los brazos hacia todos.

Francisco ha querido detenerse en algunos testimonios concretos que, desde esa cruz, han sido, en el Este de Europa, luz en medio de tantas noches oscuras. Entre otros, se ha referido al cardenal Wyszynski, Primado de Polonia, y a la Madre Czacka, beatificados este mismo fin semana. Ojalá que, como ha pedido el Papa, sus ejemplos nos estimulen a transformar las tinieblas en luz con la fuerza del amor.