La comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso para dar cuenta de su decisión de reconocer el Estado palestino el próximo 28 de mayo y otras cuestiones de actualidad, ha servido para escenificar los muros levantados en la política española y la distancia insalvable entre el Gobierno y la oposición. Sánchez ha decidido que no existe el caso de su mujer, Begoña Gómez, al margen de lo que ocurra en sede judicial. Se esconde detrás de las acusaciones que vierte y los mantras que repite, como el del fango, acusando de nuevo a los medios y a los periodistas, junto a poderes económicos ocultos, y poniendo en evidencia una mejora económica y unos índices de empleo sin entrar en la otra cara de la moneda de la economía. Lo que ha dejado claro con su empeño de convertirse en víctima de una fantasmal confabulación es su pretensión de movilizar a su electorado ante los próximos comicios europeos del nueve de junio.

Núñez Feijóo ha intentado que Sánchez aclare una serie de cuestiones de política internacional y de los problemas derivados de la actuación de su mujer, preguntas que el Presidente del Gobierno ni ha querido escuchar ni ha escuchado. El intento de Feijóo de poner en evidencia las contradicciones del PSOE ha tenido como respuesta el silencio. La política española es un diálogo de sordos y un contenedor de sucesivas provocaciones del Gobierno para tapar la realidad. Lo más peligroso es la insistencia de Sánchez en que el resto del mundo está poniendo en peligro la democracia y él se ha convertido en salvador del sistema.