Es un secreto a voces que China quiere utilizar la crisis del Coronavirus para fortalecer su proyecto de expansión y tomar el relevo a Estados Unidos en el liderazgo mundial. Por si había alguna duda, la naturaleza de ese proyecto ha quedado clara con lo que ha sucedido en Hong Kong, cuya relativa libertad desaparece por minutos.

China lleva semanas contándonos que el virus que salió de Wuhan está dominado. Pero es difícil fiarse de esos anuncios cuando en los últimos meses el control sobre los corresponsales extranjeros ha aumentado y cuando la represión sobre los llamados periodistas ciudadanos se ha incrementado. Toda crítica por la mala gestión ha sido silenciada. El modelo de restricción de libertades y derechos fundamentales ha sido defendido por el Partido Comunista Chino en las últimas semanas como el más eficaz para luchar contra la pandemia.

China ha anunciado ya crecimientos económicos del 5%. Pero tampoco de la estadística económica nos podemos fiar. China aspira a ser la fábrica del mundo, sobre todo la fábrica de nuevas tecnologías, lo que implica el riesgo de que acabe dominando el gran tesoro del siglo XXI: los datos. En este proyecto de expansión entra el mayor acuerdo comercial que hay en el mundo, firmado hace unos días con 14 países de Asia y Pacífico. Biden no lo tendrá fácil para hacer frente al expansionismo chino, necesitará moverse con más inteligencia que su antecesor.