Línea editorial: "Al calor de la Constitución"

La celebración en la calle de los actos conmemorativos de la Constitución ha sido este año más desangelada que nunca. Y no lo ha sido solo por la temperatura o por la inevitable ausencia de público, impuesta por los protocolos que exige la pandemia, sino sobre todo porque, por primera vez en más de cuatro décadas, el acoso explícito y los ataques a la Constitución llegan desde el Poder, de la mano de los socios radicales del Gobierno.

Producen sonrojo, una vez más, los intentos de blanqueamiento de Bildu, de quienes la presidenta de las Cortes, Meritxell Batet ha dicho este domingo que están plenamente legitimados para la participación, en conocida falacia que pretende deducir de ahí que el PSOE deba pactar con ellos y otorgarles una llave tan preciada como la de los Presupuestos Generales del Estado.

Mientras todo esto se produce, los cachorros del nacionalismo radical vasco la han emprendido con una campaña violenta, que ha tenido su máxima expresión en redes sociales, bajo el lema “Nada que celebrar” e invitando a destrozar a hachazos la Carta Magna.

Esta es la cruda realidad. De ahí la importancia, como también insistieron ayer diferentes líderes políticos de la oposición, de procurar la unidad de los constitucionalistas. Es precisamente ahora, cuando el vicepresidente Pablo Iglesias sitúa sin pudor al PP fuera de la democracia, como ha asegurado este fin de semana, cuando hay que redoblar los esfuerzos.

El aniversario de la Constitución tiene que volver a servir para poner en valor todo lo que representa. Frente a quienes no ocultan que pretenden dinamitar desde dentro las bases del Estado de Derecho, es tiempo de recuperar la reconciliación y la concordia en torno a la Constitución de todos los españoles.