Las grandes empresas tecnológicas mundiales, lo que se denomina vulgarmente las “Big Tech”, están inmersas en una avalancha de despidos que no afectan solo a sus sedes centrales, sino que se extienden por todo el mundo. Una de las causas de este tsunami laboral está en que, durante la pandemia, la demanda de los servicios de las grandes tecnológicas obligó a aumentar la plantilla. Se produjo una burbuja de perfiles profesionales y de talento que desajustó el mercado. Esta es la explicación que se repite con más profusión en los últimos días. Pero también existen otros datos que deben tenerse en cuenta y que nos alertan de las deficiencias de un sector en constante transformación.

Ante la posibilidad de una crisis, el capital que está detrás de las multinacionales, y que pertenece en su mayoría a fondos de inversión, busca la rentabilidad a corto plazo. Esto implica que los gestores tengan que lidiar con la reducción de costes de estructuras, una permanente lucha con las cadenas de suministro y con la innovación, en un momento en el que se acrecientan las incertidumbres globales.

Este proceso tiene un importante efecto en el mercado laboral, sobre todo en el sector de los trabajadores jóvenes con cualificaciones especiales, que pueden ser aprovechados para la digitalización de nuestra economía. Es necesario vigilar para que, en los sectores emergentes de la nueva economía, la rentabilidad no fomente procesos de deshumanización del talento, ni obvie la necesidad de un trabajo en condiciones dignas.