El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha ofrecido un primer anticipo de su informe de este año, que recogerá una dramática caída en el Índice de Desarrollo Humano. A las muertes directas por la pandemia se suman muchas otras indirectas. Entre 250.000 y más de un millón de niños fallecerán en los próximos meses por enfermedades fácilmente prevenibles.

Los niños de los países más pobres sufrirán también un aumento del abandono escolar que amenaza con llevarse por delante los logros conseguidos en las últimas 5 décadas, a menos que se tomen medidas urgentes frente a la brecha digital, para evitar que se pierda completamente este curso, y quizá el próximo. Ninguna de estas predicciones resulta sorprendente. Las crisis se ceban siempre con los más vulnerables.

La única diferencia con la que ahora estamos viviendo es que su avance se produce a velocidad de vértigo. Hacen falta acciones. La debilidad de los sistemas sanitarios, sociales y educativos multiplicará en muchos países los efectos de la pandemia. A medio y largo plazo son necesarias políticas de cooperación sostenidas, y está por ver cómo la crisis global va a afectar a estas partidas presupuestarias.

Pero la ONU muestra además que es posible avanzar de forma relativamente rápida y barata en la reducción de la brecha digital. Una respuesta adecuada hoy a este llamamiento evitaría males mucho mayores en el futuro.