La fallida legislatura ha ofrecido hoy un último y lamentable espectáculo en la sesión del Congreso de los Diputados. En una jornada bronca, más propia de un debate electoral, Pedro Sánchez ha se ha dedicado a lanzar acusaciones contra sus rivales políticos repitiendo los mismos argumentos de su comparecencia de ayer en la Moncloa. Sánchez demuestra que es incapaz de asumir su responsabilidad después de cinco meses intentando formar gobierno. Está instalado en un peligroso juego con los españoles, en el que maneja a su gusto la política nacional como si fuera un teatro de marionetas.
Decir de Iglesias que es un dogmático, que a Casado le falta sentido de Estado o que Rivera es un irresponsable, además de recordarle al PP una vez más los casos de corrupción, no es más que un síntoma de querer desviar la atención sobre cuál es la causa principal de este bloqueo político.
Mientras el Presidente en funciones no quiere enfrentarse a los problemas reales hasta que se salga con la suya, Pablo Casado le ha recordado que España necesita un gobierno estable sobre todo por los retos que se derivan de la inminente sentencia de Procés, de un Brexit tormentoso y de una crisis económica que ya se está dejando sentir con fuerza. Pedro Sánchez se ha instalado en el yo contra todos, síntoma manifiesto de algo más que incapacidad para ser Presidente del Gobierno.