Kazajistán es una antigua república soviética rica en recursos energéticos y cuyas fronteras con Rusia y China la convierten en una zona clave para el Presidente Putin. Tokoyev, el Presidente de Kazajistán, es un aliado fiel. De ahí que Rusia haya desplazado fuerzas militares a este país para ayudar a sofocar las protestas ciudadanas. El régimen de Tokoyev ha detenido a unas 3.000 personas y se calcula en cientos la cifra de heridos.

La razón de las protestas es el aumento del precio del gas. Sin embargo, en un país en el que jamás ha habido elecciones democráticas y los ciudadanos viven sometidos a una dictadura, no es posible desligar las demandas de bienestar económico de las demandas de libertad política. Tokoyev, como todos los dictadores, confunde la libertad de expresión con un acto de traición, así que los manifestantes son tratados como terroristas.

La sumisión de los ciudadanos de Kazajistán es una condición necesaria para la expansión del poder ruso. La vocación imperialista que está mostrando Putin, pasa por someter a los países sobre los que, por razones políticas y/o económicas, quiere ampliarse el área de influencia. Y eso pasa por reprimir violentamente cualquier conato de expresión libre de las demandas ciudadanas de libertad y bienestar. En este caso concreto, además, Putin ha convertido un problema interno en un asunto internacional. De este modo Rusia advierte a la OTAN, llama la atención de la Unión Europea y pone en guardia al Gobierno de Ucrania.