El expresidente Felipe González no lo ha podido decir más claro: "cambiar la Monarquía por una republiqueta destruiría a España". González y el PSOE, como Carrillo y el PCE, y todos los organismos unitarios de oposición entendieron en 1976 que la Corona era crucial para la reconciliación entre los españoles.

No importaba si su tradición era profundamente republicana, lo verdaderamente importante era la consolidación de la democracia y la efectiva reconciliación entre los españoles.

Han pasado los años y ha tenido que llegar un español nacido el mismo año en el que se aprobó la Constitución para resucitar un debate decimonónico que puede envenenar nuestra convivencia. González ha subrayado que entre las veinte democracias más consolidadas del mundo, doce son monarquías.

Por el contrario, esa suerte de república plurinacional con derecho a la autodeterminación, que auspicia Pablo Iglesias, significaría la muerte de España como estado-nación, y una peligrosa quiebra de la convivencia civil.

El líder de Unidas Podemos busca acuerdos con todos aquellos que sueñan con derribar los frutos del pacto constitucional del 78. Lo importante para ellos no es que los españoles necesiten unos Presupuestos estables, con un techo de gasto homologable en el seno de la Unión Europea, sino que sus delirios constituyentes se cuelen por las rendijas del Estado.

Lo increíble es que todo esto lo propicie el Vicepresidente primero del Gobierno de todos los españoles, con la anuencia de Pedro Sánchez.