Unas elecciones autonómicas no son ni unas elecciones primarias ni una segunda vuelta de unas generales. Hay dualidad de voto. En este caso, los gallegos sabían perfectamente que estaban eligiendo a los representantes en su parlamento, no en el Congreso de los Diputados.

Pero eso no significa que se pueda hacer abstracción de lo que ha pasado desde el pasado 23 de julio en la política nacional. En Galicia se decidía entre una fórmula constitucional y otro Frankenstein. El PP ha revalidado su mayoría absoluta con 40 diputados y un porcentaje de voto superior al 47 por ciento. Un resultado extraordinario porque se trata de la quinta mayoría absoluta en esta Comunidad Autónoma, en este caso tras la salida de Feijóo.

Los dos partidos de la coalición de Gobierno en España han sido duramente castigados. El PSOE cae por debajo del 15 por ciento y pierde cinco diputados. Sumar no llega al 2 por ciento de los votos y no obtiene representación parlamentaria. En las elecciones generales de julio el PSOE tuvo más del doble del porcentaje de voto y Sumar obtuvo más del 10 por ciento. Por otra parte, Podemos ha desaparecido.

El fuerte ascenso del BNG es un fenómeno preocupante. Se ha producido una transferencia de voto de una formación de tradición constitucionalista, como es el PSOE, a una formación independentista que colabora habitualmente con Bildu. Lo que sucede es que el PSOE se concibe como parte de un supuesto bloque progresista y está normalizando a las fuerzas anticonstitucionales a costa de desfondarse en muchos territorios. Lo llamativo es la falta de reacción en el partido a esta estrategia suicida.