El clima de violencia desencadenado por la extrema izquierda en las calles a partir del resultado de las elecciones andaluzas, obedece a una planificada estrategia del miedo. La gravedad de lo que viene ocurriendo en diversas ciudades españolas se ve acentuada por el hecho de que el llamamiento a la violencia callejera realizado por el líder de Podemos ante el fiasco andaluz, parte de un aliado del Gobierno socialista, que no ha desautorizado a Pablo Iglesias. Incendiar la calle porque 400.000 andaluces han votado libremente a un partido como VOX es intolerable desde el punto de vista democrático, más aún cuando la protesta viene dirigida por quienes han mostrado escaso respeto por las instituciones democráticas y no esconden su pulsión revolucionaria.

Esa estrategia del miedo busca hacer mella en Ciudadanos, que teme verse “estigmatizado” por la izquierda en caso de que acepte formar gobierno con el Partido Popular y el necesario apoyo de Vox para la investidura. De momento Ciudadanos se aferra a su infundada pretensión de asumir la presidencia de la Junta de Andalucía, a pesar de tener cinco diputados menos que el PP. Pero es evidente que si defrauda las expectativas de cambio de los andaluces, la formación naranja se arriesga a pagar una amarga factura en las próximas elecciones autonómicas, municipales y generales. La oportunidad histórica de un cambio político en Andalucía debe hacerse efectiva desde la sensatez y con un programa claramente constitucional.