Los andaluces están llamados a las urnas mañana. Seis de cada diez han expresado su deseo de que se produzca un cambio en Andalucía. Es lógico, Bruselas ha señalado a Andalucía como la región con más corrupción de España. Andalucía es, con Canarias, la Comunidad Autónoma con peores indicadores de calidad de vida. En este momento el abandono educativo temprano está 13 puntos por encima de lo que lo está en la UE. Se han producido en los últimos años avances en el estado del bienestar, pero la política económica, ayuda por grandes fondos europeos, no ha servido para dar protagonismo a las empresas, para fortalecer el tejido industrial y apoyar a la iniciativa social.

Todo esto sucede en una comunidad en la que el PSOE lleva casi 40 años en el poder. Podemos apoyará previsiblemente la investidura de Susana Díaz, si ambas formaciones suman. Ciudadanos, como todos recordamos, apoyó al PSOE en la última legislatura, pero ahora ha prometido que no volverá a hacerlo. Eso lo incluye entre las opciones posibles para fomentar un relevo que sólo puede venir de su acuerdo con el Partido Popular. Es lógico que en algún sector de votantes partidarios del cambio cunda el cansancio. Pero ni el cansancio ni la crisis de los últimos meses justifican la inercia o la mera protesta. Votar es un ejercicio de realismo, es decir de coraje.