Santiago y nuestro proyecto común
En este tiempo de profundas mutaciones es necesaria una reflexión sobre esa identidad, no como algo cerrado y cristalizado

Escucha la Línea Editorial del viernes 25 de julio
Madrid - Publicado el
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Desde tiempos inmemoriales, según una inveterada tradición, la presencia del Apóstol Santiago en nuestra geografía ha marcado el arraigo de la fe cristiana en España, dando razón y sentido a muchas empresas históricas que han configurado nuestra identidad como pueblo. En este tiempo de profundas mutaciones es necesaria una reflexión sobre esa identidad, no como algo cerrado y cristalizado. Sin ninguna nostalgia del pasado, es un hecho que la realidad dinámica de España no puede prescindir de sus raíces cristianas que, asumiendo la mejor herencia de Grecia y de Roma, dieron como fruto la defensa creativa de la dignidad humana como base de toda una cultura que se ha proyectado en el mundo.
En este momento emergen fuerzas disgregadoras, y está en juego la gran obra de la Transición con el riesgo de la división y el enfrentamiento. La tradición cristiana, en la que se identifica cordialmente una parte sustancial de la sociedad española, puede y debe aportar su bagaje espiritual y cultural a nuestra conversación nacional, dentro de un espíritu de verdadera amistad cívica, en el respeto a nuestra Constitución, sin muros ni exclusiones. Como ha dicho en su homilía de hoy el arzobispo de Santiago de Compostela, “procuremos la unidad de las diferencias y la unidad en las diferencias…”
Como ha dicho también monseñor Francisco José Prieto, los grandes valores europeos de la libertad, la justicia y la fraternidad, sólo mantendrán su valor y su eficacia histórica si mantienen su nexo vital con la raíz que los engendró, de la que el apóstol Santiago dio testimonio entre nosotros.