El coste de la resistencia

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Han pasado cien días desde que el pasado 24 de febrero el Kremlin ordenó la invasión de Ucrania. Desde entonces, la guerra ha provocado la destrucción de infinidad de bienes materiales, ha comprometido seriamente la economía del país, amenaza con provocar una hambruna mundial de dimensiones difíciles de calcular a causa del bloqueo impuesto a las exportaciones del trigo ucraniano, y ha generado un problema energético de graves consecuencias para la economía mundial. Pero, sin ninguna duda, nada es comparable al daño infligido al mayor bien de una nación que es la vida de sus ciudadanos. La guerra ha herido y asesinado a más de 700 niños, causado la muerte a más de 4.000 civiles, condenado a miles de abuelos a perder a sus hijos y nietos, ha forzado al exilio a millones de ciudadanos que han buscado refugio fuera de las fronteras de Ucrania, y ha causado la deportación forzosa a tierras rusas de personas que eran libres.
Con esta guerra, Rusia ha buscado arrasar una nación soberana y comprometer su libertad. Mientras tanto, Ucrania resiste de manera heroica frente al invasor. Lo hacen también, aunque no se les valore suficientemente, los ciudadanos rusos y bielorrusos que se manifiestan contra la invasión. Esta es quizás una de las claves más determinantes de esta guerra. Europa no se había enfrentado a un dilema de esta naturaleza desde la II Guerra Mundial. Resistir frente al tirano tiene costes muy altos, pero es la forma defender el derecho de un pueblo a vivir en libertad y justicia.



