Apurando el manual de resistencia

Pedro Sánchez ha decidido seguir aplicando la política de tierra quemada y huir hacia adelante ante la corrupción que rodea a su partido y a su Gobierno. Después de hacer de nuevo el paripé de retirarse a reflexionar unos días, se ha presentado ante los medios para dar lecciones de ejemplaridad ante una oposición que, según él, no puede decir lo mismo y que habría convertido al rival político en enemigo. Lo dice quien prometió levantar un muro durante su investidura.

Según el presidente sólo han fallado dos personas: Ábalos y Cerdán. Y ahí pretende que se acaben todas las responsabilidades políticas, mientras agita el espantajo de la ultraderecha que viene. No es verdad que el PSOE haya actuado cuando ha sabido lo que pasaba. Han actuado, a medias, cuando la UCO, a la que ellos mismos han pretendido amordazar, ha destapado el pastel. Además, en la nueva dirección colegiada de la Secretaría de Organización, Sánchez ha incluido a Ana María Fuentes, a quien la UCO señala en su informe como una de las personas que habrían pedido mordidas a la trama.

En su comparecencia, Sánchez se ha presentado como adalid de la transparencia y garante de una coalición de progreso que sería “lo mejor que le puede pasar a España”. No sólo eso, de manera casi mesiánica se ha presentado como el salvador ante un caos que sólo él y sus socios han generado. Sánchez ni rinde cuentas, ni asume responsabilidades, ni corrige el rumbo. Vuelve a subirse en aquel Peugeot con el que inició su reconquista. Pero esta vez no está en juego sólo su partido, sino todo el sistema constitucional.