Sin agua potable, bajo unos techos de zinc que no ofrecen protección de la lluvia y con unas fétidas letrinas comunitarias, miles de haitianos continúan malviviendo en los refugios temporales levantados hace diez años tras el sismo que devastó la región de Puerto Príncipe en 2010.

Uno de los asentamientos temporales más populosos de los 22 que siguen en pie es Corail, nombre de una comunidad compuesta por cientos de viviendas construidas en chapa o en un frágil tablero y que se desperdigan por un terreno pedregoso, en medio de la nada, a 25 kilómetros al norte de la capital.

Se cumplen 10 años de una de las mayores tragedias que ha terminado por devastar a un país como Haití. En el año 2010 el país sufrió un terremoto que dejó 316.000 muertos, 350.000 heridos y más de 1,5 millones de personas sin hogar. Son muchas las personas que en su día se desplazaron a ayudar en lo que supuso una tarea descomunal.

Una de ellas fue Sor Mónica, que a sus 45 años, lleva diez años ayudando a los más necesitados en el país más pobre del mundo. Cuando el terrible terremoto sacudió Haití en 2010, la madre general de las Hijas de la Caridad pidió voluntarias para viajar a este país y ayudar en lo que pudieran. Sor Mónica fue una de ellas, y en COPE pudimos hablar con ella.

Cuando volvió un año más tarde, "ella sintió la llamada a ser misionera". Así que decidió viajar a Haití. Concretamente, estuvo trabajando en Cite Soleil, uno de los barrios más pobres y peligrosos del país. De hecho, fue muy cerca de este lugar, donde fue asesinada la misionera catalana de 51 años Isa Solá.
 

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Sor Mónica de Juan con S. Eugenia y su familia, a punto de recibir la Medalla al Mérito Civil por la labor de las Hijas de la Caridad en Haití, con motivo del 5º Aniversario de la proclamación del rey Felipe VI.
Será retransmitido en el Canal 24 horas @24h_tve pic.twitter.com/1Ghhq8NlZB

— Hijas de la Caridad (@hijascaridadsv) June 19, 2019

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Algo parecido vivió Lucía Lantero. Esta santanderina estudió ciencias gastronómicas y hacía voluntariado pero cuando tenía 25 años decidió marcharse a ayudar tras el terremoto y lo que encontró la engancho para siempre: “Llegué a Haití para tres meses y tuve que escribir a mis padres para decirles que me quedaba”, contó en COPE.

A su vez nos trasmitió que encontró la felicidad cuando llegó a Haití para echar una mano con el objetivo de hacer que niños y niñas de la zona tuvieran un hogar; así nació la Fundación Ayitimoun Yo que montó con el italiano Agostino Terzi.

Cuando llegó a Haití le llamó la atención que hacían galletas de barro para comérselas y tras decidir que tenía que quedarse a ayudar a los niños, buscaron una casa que no tenía ni puertas ni ventanas y allí comenzó la historia de su primer orfanato.

Dice Lucía que las ONG’s muchas veces no ayudan como deberían, se equivocan en los métodos, ‘no pasan suficiente tiempo en Haití para saber lo que necesitan’.

Han pasado diez años desde el terremoto y la mejoría se ha notado poco, hay que seguir ayudando. Historias como la de Lucía Lantero o Sor Mónica, son en la vida lo que de verdad importa.