Las cartas están echadas. En las sentinas de la calle Ferraz se barajarían ya distintos lemas de campaña, algunos centrados en la necesidad de avanzar en el proyecto emprendido por Pedro Sánchez. El PSOE da por finiquitada la Legislatura, pase lo que pase en los contactos entre equipos negociadores. En todo caso, pura anécdota. La última palabra es del presidente en funciones e incluso su entorno reconoce abiertamente a la Cadena COPE la dificultad de un acuerdo en un contexto cargado de incertidumbres.

El propio Sánchez lo dejó caer de forma fehaciente este fin de semana, en el despliegue de esa suerte de liturgia propagandística del Consejo de Política Municipal destinada a engrasar la maquinaria. “Existe un riesgo cierto de que haya elecciones el 10 de noviembre”, confesó el líder en su salida a escena en el Palacio de Exposiciones y Congresos El Greco de Toledo. Pedro Sánchez tiene el convencimiento, o eso parece, de resolver el bloqueo en una segunda vuelta, y a esa carta ha decidido jugársela. Con otra constatación: Para el objetivo de seguir en el Poder, ansía ampliar la hegemonía del PSOE por el centro y por su izquierda. Las 370 medidas enarboladas como “tercera vía” sirven a Sánchez para la carrera a las urnas.

Arrimando el ascua a su sardina, Pedro Sánchez ha eludido restaurar durante el mes de agosto la comunicación con Pablo Iglesias, dejando llegar septiembre sin un acercamiento. Un par de mensajes de Whatsapp constituyeron el único contacto este verano. Uno, de felicitación, lo envió Sánchez tras el nacimiento de la hija de Iglesias. Otro, el líder de Podemos para hacer llegar al Presidente una renovada oferta de coalición. Hasta ahí llegaron. “Pedro me ha tenido semanas pegado al teléfono móvil.... a la espera”, confesó a los suyos el jefe de los morados, sintiéndose seguramente víctima del Presidente con el consiguiente desgaste interno por el error de haberse negado antes del verano de aceptar una vicepresidencia y tres ministerios.

Aunque se reúnan, en ocasiones no hay lugar para segundas oportunidades. La confianza se quebró definitivamente cuando por segunda vez Iglesias dio al traste con un Gobierno de izquierdas. Sánchez está lejos de digerirlo. Ganas se les han acumulado a ambas partes de sacarse las espinas. Y ello determinó la maldad desplegada en Unidas Podemos de una investidura gratuita para inmediatamente pasar a la oposición, convirtiendo el mandato socialista en un genuino calvario. Pablo Iglesias ha calibrado contraindicaciones de esa estrategia, según ha sabido la Cadena COPE, tales como aparecer en una pinza con las derechas, dar un tiempo valioso a Iñigo Errrejón para organizar sus propias siglas o simplemente quedar al albur de Sánchez que, en cuestión de 7 meses, podría convocar elecciones en cualquier momento. Eso difícilmente daría más de sí.

Para el PSOE tan pernicioso como ceder ante las demandas de Unidas Podemos sería un Gobierno monocolor en una inestabilidad perpetua que impida una mínima acción. A Pedro Sánchez le conviene urnas dentro de 2 meses y no de 7, porque entonces es seguro pillaría de lleno, entre los desafíos, la recesión económica. La crisis ya se llevó por delante en 2011 a José Luis Rodríguez Zapatero dejando a sus siglas heridas de muerte. Sánchez interiorizó aquel descalabro. Fue en el undécimo puesto de la lista del PSOE por Madrid pero quedó él mismo sin escaño por obtener su partido sólo 10 diputados en dicha circunscripción. “El Presidente nunca se asomaría a unas elecciones en un clima que puede ser de excepción”, especulan dirigentes socialistas.