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Así era el zulo en el que Ortega Lara pasó 532 días bajo una nave industrial de Mondragón

El 1 de julio de 1997, después de una larga noche y cuándo todo se daba por perdido, era liberado José Antonio Ortega Lara protagonista del secuestro más largo de ETA

Reproducción del zulo en el que ETA mantuvo secuestrado durante 532 días Ortega Lara
Raquel Pérez Polo
@RaquelPerezPolo

Redactora COPE 

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 09:00

Permítanme que rompa alguna de las normas del periodismo más tradicional y no empiece poníendoles en antecedentes de lo que les voy a contar. Directamente les invito a escuchar la grabación de sonido que van a encontrar a continuación. La descripción que en la antena de la Cadena COPE hizo Antonio Herrero sobre lo más escalofriante que había visto jamás:

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Se trataba del zulo en el que estuvo cautivo durante 532 días el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA el 17 de enero de 1996. Veinticuatro años después, la narración sigue poniendo los pelos de punta.

"El zulo es lo más impresionante que todos los oyentes puedan imaginar. Una habitación enana, con unas maderas de chapa que gotean humedad, con una fotografía de la Concha nevada. Con un camastro. (...) Es lo más lóbrego y terrorífico que he visto. Ni siquiera los campos de concentración nazis que he visitado tienen la crueldad que tiene esto. Es una habitación pequeñísima con una ventana por el que le pasaban la comida (...) No hay absolutamente ninguna luz exterior ni atisbo de humanidad. Este zulo se tendría que mantener tal como está para dar testimonio del horror y la bestialidad a la que llegan estos criminales, estos etarras (...) Yo me doy con la cabeza en el techo en el punto más alto. Y aquí pasó 532 días este hombre, la mayor parte del tiempo en cuclillas intentando protegerse a sí mismo, refugiándose en su propio cuerpo".

Reproducción del zulo en el que estuvo secuestrado Ortega Lara


Era prácticamente un ataud. José Antonio Ortega Lara estuvo enterrado en vida en 2,2 metros de ancho por 1,80 metros de alto en donde solo podía ponerse completamente de pie en el centro. Un lugar iluminado por una bombilla y no de mucho voltaje. Contaba con una hamaca de playa, un saco de dormir, una mesa, una silla, un orinal y jabón y esponja para su aseo. En el muro frontal, una pequeña puerta que en alguna ocasión uso alguno de los etarras -como el día que le sacaron fotos para reivindicar el secuestro-, y en la otra pared el ventanuco por donde le daban la comida.

ETA difundió, a través del diario Egin, dos fotografías del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara


El relato de Antonio Herrero se producía el 7 de julio, seis días después de la liberación de Ortega Lara, protagonista del secuestro más largo y cruel de la criminal y cruenta historia de la banda terrorista. Su liberación se producía el 1 de julio de 1997, después de una larga y tensa noche y minutos antes de que guardias civiles y el juez Baltasar Garzón estuvieran a punto de desistir ante la desesperación de no encontrar nada.

"¡Matadme de una puta vez!"

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Los ruidos que llegaban al subterráneo escavado en la tierra de una nave industrial de Mondragón, a donde le habían metido sus captores el 17 de enero de 1996, no eran los habituales que escuchaba cada mañana desde hacía 532 días, José Antonio Ortega Lara. Algo estaba ocurriendo. Aún así, esperaba que un encapuchado abriera el ventanuco por el que le pasaban la comida y él les daba el cubo con sus excrementos.

Pero no ocurrió así, a las 6:30 horas del 1 de julio de 1997 apareció un encapuchado, pero iba vestido de verde oliva y era Guardia Civil. José Antonio no sabía si era uno de sus captores y le suplicó desesperado: "¡Matadme de una puta vez!".

Fue entonces cuando el agente Francisco Gil, le dijo que su infierno había terminado: "somos amigos, somos la Guardia Civil, hemos venido a liberarte".

Era el triunfo policial contra ETA, en especial, después de una noche intensa de búsqueda incansanble, durante muchas horas, de ese habitáculo en el que estaba secuestrado el funcionario de prisiones. Los investigadores de la Guardia Civil estaban convencidos de que estaba en esa nave tras una complicada investigación de la Unidad Especial de Intervención que había hecho un seguimiento de los "presuntos" etarras que entraban y salían de aquella nave industrial y de los desechos, de la basura que depositaba en los contenedores Jesús María Uribetxeberría, conocido como Bolinaga - y que recordarán seguramente por su famosa huelga de hambre-.


La operación, en la que participaban más de 60 agentes, estuvo a punto de fracasar. El juez Baltasar Garzón, entonces titular del juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, ya le había dicho a Manuel Sánchez Corbí, al frente del dispositivo de la benemérita que se cerraba la operación. Solo la obstinación de los guardias civiles, convencidos de que José Antonio Ortega Lara estaba allí, hizo que el magistrado dijera media hora más. El zulo estaba allí, debajo de una máquina fuera de funcionamiento, circunstancia que habían pasado por alto durante la noche.

"¿Cómo se puede acceder al zulo?", preguntó el juez a Bolinaga. Como era de esperar, el etarra no solo no colaboró sino que sentenció con un "que se muera de hambre ese carcelero"

Hubo que desatornillar la maquinaria y utilizar una grúa y entonces apareció un sistema hidráulico por el que se entraba al zulo. Por el agujero bajó el agente Francisco Gil. Mientras se deslizaba por la trampilla pensaba, como le confesó a Antonio Herrero en COPE que "podía haber una trampa, que podía haber terroristas liberados escondidos, pero sobre todo pensaba en encontrar a Ortega Lara".

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José Antonio, al principio, se niega a salir hasta darse cuenta de que, de verdad, no son los etarras que le habían capturado en el garaje de su casa sino que son guardias civiles que venían a rescatarle del infierno.



Lo que sucedió después lo vimos todos, un hombre demacrado con 23 kilos menos y la mirada perdida, que como confesaría tiempo después había tirado la toalla, en más de una ocasión pensó en la muerte como única salida. Semanas antes de su liberación apenas se movía del camastro y no comía. La humedad se le filtraba en los huesos y no tenía fuerza para realizar el ejercicio que le había mantenido activo en aquel diminuto espacio: cuatro pasos adelante, dos a la izquierda, dos a la derecha y cuatro pasos hacia atrás. "El sufrimiento era atroz" (ha reconocido en las entrevista concedidas a distintos medios), "me sentía el ser humano más desgraciado sobre la faz de la tierra".

La liberación no fue el final. A José Antonio Ortega Lara le quedaban años de miedos, claustrofobia y pesadillas que se han repetido una y mil veces. La misma pesadilla que sufrió desde el primer día su mujer y su hijo, entonces pequeño. Domitila Díez no se creía lo que estaba pasando cuando Antonio Herrero le preguntaba minutos después de conocer que su marido había sido encontrado y liberado por la Guardia Civil.

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ETA utilizó el mismo zulo en varios secuestros

La nave industrial de Mondragón era un lugar seguro para ETA. El comando formado por Javier Ugarte, José Luis Erostegui, José Miguel Gaztelu y Jesús María Uribetxeberría, conocido como Bolinaga, no era la primera vez que mantenían a alguien secuestrado en ella.

Jesús María Uribetxeberría, conocido como Bolinaga, uno de los secuestradores de Ortega Lara


En ese mismo zulo estuvo retenido durante 116 días el empresario Julio Iglesias Zamora por negarse a pagar el impuesto revolucionario, extorsión que la banda terrrorisma mantuvo durante años, incluso después del secuestro y liberación en octubre de 1993.

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La Fiscalía mantiene que el industrial y el funcionario de prisiones estuvieron retenidos en el mismo lugar, Julio Iglesias Zamora afirmó cuando fue a hacer un reconocimiento visual con una comisión judicial tras la liberación de Ortega Lara que "este es más grande que el mío".

El industrial Julio Iglesias Zamora secuestrado por ETA en el mismo zulo que Ortega Lara


El 1 de julio de 1997 fue un día alegre por partida doble porque fue liberado Cosme Delclaux que también permanecía secuestrado por ETA. La banda terrorista le dejo en libertad horas antes de la liberación por la Guardia Civil de Ortega Lara.

Pero la alegría duró poco. Diez días después de que Ortega Lara y Delclaux recuperaran la libertad, ETA secuestraba al concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco al que asesinó con un tiro en la nuca.

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