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De amigos a enemigos

La 'ruptura' entre Iglesias y Errejón es la última historia de desamor político

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Javier Martínez
@jmartinezrei

Redactor de COPE.es 

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 03:24

'Once brothers', 'Una vez hermanos', es el título en inglés del documental que narra la historia de los jugadores de baloncesto Vlade Divac y Drazen Petrovic. Serbio el primero, croata el segundo, yugoslavos ambos y amigos íntimos, hasta que el nacionalismo y la guerra en su país les llevó a retirarse la palabra y la prematura muerte de Drazen impidió la reconciliación, dejando la espinita clavada para siempre en el corazón de Vlade.

Como buen aficionado al basket nacido en los 70, seguro que Pablo Iglesias conoce la historia de Divac y Petrovic (al que Iglesias admira) y de su amistad rota. Como Vlade y Drazen, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón forjaron una amistad mientras construían juntos un proyecto exitoso.

Pablo e Íñigo reían, sin saber lo que les esperaba en el futuro

Pablo e Íñigo reían, sin saber lo que les esperaba en el futuroJuanjo MartínEFE

Juntos, fundaron Podemos en 2014 y, en apenas unos meses, lograron que una formación desconocida se convirtiera en la tercera más votada en las elecciones de 2015 y 2016 (aunque se quedaron sin el famoso 'sorpasso'). En los meses que hubo entre ambas elecciones comenzó el desencuentro entre Errejón e Iglesias. 

Errejón apostaba por abstenerse, y dejar a Pedro Sánchez que gobernara con Rivera y Girauta, pero Iglesias veía posible un 'sorpasso', tras absorber a lo que quedaba de IU, y prefirió apostar por la repetición electoral. Una estrategia errónea y que lanzó un enfrentamiento que llegó a su cumbre en Vistalegre II, cuando Errejón presentó un proyecto alternativo al de Iglesias y perdió. A partir de ahí, Iñigo se vio relegado por Irene Montero, y fue poco a poco purgado, junto a otros compañeros rebeldes, como Carolina Bescansa, y se le impuso un exilio en Madrid, donde Podemos tiene pocas opciones de alcanzar la presidencia de la Comunidad. Si Íñigo fuera tan malpensado como yo, quizá sospechara que los probables malos resultados en las autonómicas habrían desembocado en su sustitución por el número 2 de la lista (que, quizá, podría haber sido un afín a Iglesias) y en su muerte política. Ahora comienza un nuevo proyecto, pero aleja aún más la posible reconciliación con el que fue su gran amigo.

Pero el de Iglesias y Errejón no es el único amor roto en política, donde un día te estás abrazando y haciendo fotos y al siguiente no conoces al señor del que te hablan. A lo largo de la historia de nuestro país ha habido otros grandes amores rotos.

Como Errejón e Iglesias, Aznar y Rajoy también se lo pasaban bien compartiendo pupitre

 Como Errejón e Iglesias, Aznar y Rajoy también se lo pasaban bien compartiendo pupitreJuan M. EspinosaEFE

José María Aznar llegó a la Moncloa en 1996 tras 13 años de socialismo y rodeado de un grupo de afines, todos más o menos de la misma generación, entre los que destacaban Álvarez-Cascos, Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy. Poco a poco, el gallego, más discreto que otros compañeros de Gobierno, fue asumiendo puestos de mayor responsabilidad. De Administraciones Públicas, pasó a Educación; de Educación, a Interior; y, de Interior, a Vicepresidente del Gobierno. 

Aznar tenía claro que no quería pasar más de dos legislaturas al frente del Gobierno de España, y durante ese segundo mandato en Moncloa, Aznar se decantó finalmente por Rajoy como su sucesor al frente del Partido Popular.

Una vez en el liderazgo del partido y, sobre todo, tras su victoria en el Congreso de Valencia en 2008, Rajoy se fue distanciando de su predecesor que, a su vez, fue cada vez más crítico con su delfín. La situación se fue tensando cada vez más, hasta que Aznar abandonó la presidencia de honor del PP, y empezó a hablar abiertamente de refundar el centro-derecha. Rajoy nunca fue tan abiertamente hostil, pero en su despedida, fiel a su estilo, dejó un recadito: "Seguiré a la orden de quien elijáis. Y a la orden es a la orden. Con lealtad". 

Junqueras y Puigdemont

A pesar de la fama de serios de los catalanes, en el Parlament también se lo pasan bienQuique GarcíaEFE

No sabemos si fue la distancia o las verdades a medias (desde luego, no la rutina), lo que acabó con el idilio entre Puigdemont y Junqueras. En este caso, más bien un matrimonio de conveniencia, con el propósito ambos de conseguir la nacionalidad, la catalana, claro, que acabó con ambos a más de 1.200 kilómetros de distancia, los que separan la mansión de Carles en Waterloo y la celda Oriol en Lledoners.

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En realidad, Junqueras hacía pareja con Artur Mas, con el que montó el proyecto de Juntos por el Sí, pero, como pasa en estos casos, un tercero, la CUP, se puso por en medio, y el líder de ERC se tuvo que conformar con el exalcalde de Girona. La legislatura fue desde el principio un juego de adolescentes (a ver quién se atreve más, a ver quién es más indepe, a ver quién es el gallina) que acabó desembocando primero, en el 1 de octubre, y más tarde, en la declaración de independencia (tras las lágrimas de Marta Rovira, los gritos de Junqueras,  el escrache de ERC a las sedes del PDeCat y las 155 monedas de Rufián). 

Puigdemont las tenía guardadas y tras declarar la independencia se marchó a Bruselas sin avisar al bueno de Oriol de su "exilio". A partir de ahí, lo típico. Los amigos de Carles dicen que Oriol no le responde a las cartas, los de Oriol que Carles ni siquiera llama para saber cómo estáAunque últimamente parece que se llevan mejor. Será la cercanía de San Valentín. O del juicio. O de las elecciones.

Sánchez, Luena y Hernando

De esa foto, solo queda SánchezJuan Martinez EspinosaEFE

Durante su primera etapa como líder de la oposición, a Pedro Sánchez se le vio siempre caminar junto a dos compañeros fieles: Antonio Hernando y César Luena. El primero, encargado de dar la cara en el Congreso, el segundo, dentro del partido. Pero en septiembre de 2016, Pedro Sánchez fue desalojado del liderazgo del PSOE y, sorprendentemente, casi todos los que hasta un mes antes le habían defendido a capa y espada, se adaptaron rápidamente al nuevo PSOE de Javier Fernández, entre ellos Luena y Hernando, que siguió con su labor de portavoz parlamentario. 

Pocos esperaban entonces que Sánchez resurgiera de sus cenizas y recuperara, primero, el liderazgo del PSOE, y después, llegara a la Moncloa. Desde luego no Hernando y Luena, que pasaron al ostracismo en el momento en el que el ahora presidente recuperó la Secretaría General.

Estas cosas no se olvidan, como Iglesias no olvidó ese primer desafío de Errejón. es que perder un gran amigo duele tanto como perder una pareja. Pero seguro que Pablo Iglesias encuentra pronto un sustituto.

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