Gabriela Hidalgo, abogada: "He llegado a ir a vistas por 5 euros, por robar una pizza y unos refrescos en un supermercado"

El sector afronta pérdidas de 8.200 millones de euros por una oleada de robos cada vez más especializados y violentos que vacían las estanterías

Álvaro Criado

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La llegada del Black Friday y la proximidad de la campaña de Navidad han llenado los centros comerciales de un trasiego de clientes que, lamentablemente, también atrae a los ladrones. Los hurtos en el sector minorista se han convertido en un problema generalizado que afecta por igual a las grandes superficies y al pequeño comercio de barrio. 

Esta sangría silenciosa le cuesta al sector la friolera de 8.200 millones de euros al año, una cifra que engloba no solo los robos de clientes y empleados, que suponen el 77% del total, sino también los errores administrativos y los fraudes.

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El perfil del ladrón: joven, reincidente y más agresivo

El retrato robot del autor de estos hurtos preocupa cada vez más a los comerciantes. Según Carlos Cruz, de la Asociación Española de Empresas de Gran Consumo (AECOC), el 48% de los robos son cometidos por menores de 30 años, y un alarmante 51% son multireincidentes, lo que significa que cometen tres o más hurtos al año. 

Este perfil se ha vuelto además más hostil. Tres de cada cuatro comerciantes aseguran que la violencia verbal y física se ha disparado en los últimos tiempos, lo que dificulta la contratación de vigilantes de seguridad dispuestos a intervenir.

Del aceite de oliva a los auriculares: los productos más deseados

Los ladrones tienen una lista de la compra muy definida. En alimentación, el aceite de oliva es el rey, especialmente en sus formatos pequeños por la facilidad para esconderlos. Le siguen de cerca los ibéricos, el queso y las conservas de calidad. En la sección de belleza y cuidado personal, los productos más sustraídos son las colonias, las cremas solares y las cuchillas de afeitar, todos ellos artículos de coste elevado. 

La ropa interior, fácil de ocultar, y el calzado, mediante el método del "cambiazo" —dejar los zapatos viejos y llevarse los nuevos puestos—, son los favoritos en las tiendas de moda.

En el apartado tecnológico, los auriculares inalámbricos son el objeto más cotizado por su reducido tamaño, aunque también se sustraen móviles, portátiles y smartwatches. Los métodos para burlar la seguridad son variados: desde ocultar los productos en dobles fondos de chaquetones de invierno hasta usar papel de aluminio para inhibir las alarmas o directamente arrancarlas de la prenda. 

Los probadores y la zona de cajas en un momento de descuido son los puntos calientes donde se ejecutan la mayoría de estos robos.

La difícil batalla contra la impunidad

La mayoría de estos hurtos se saldan con consecuencias mínimas para el infractor. El motivo es que el valor de lo robado no suele superar los 400 euros, límite legal que convierte una falta en un delito castigado con penas más graves, incluida la cárcel. De hecho, ocho de cada diez robos son por un importe inferior a 150 euros

La abogada Gabriela Hidalgo explica que el recorrido judicial es muy limitado: "He llegado a ir a vistas por 5 euros. Recuerdo perfectamente que fue una pizza y una bebida", señala, y añade que todo se suele resolver con una multa que los declarados insolventes nunca pagan.

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Esta sensación de impunidad obliga a los comerciantes a tomar medidas. Rubén Navarro, CEO de varios supermercados en Andalucía, afirma que denuncian sistemáticamente todos los robos, aunque sea "antieconómico" en términos de tiempo y esfuerzo. "Lo hacemos porque si no, se corre la voz entre los cacos de que no se denuncia y te conviertes en carne de cañón", explica. 

Navarro describe cómo actúan grupos organizados que incluso roban "a la carta", con pedidos previos de lo que deben sustraer.

El impacto económico es demoledor para negocios como el de Navarro, que cifra sus pérdidas en 300.000 euros anuales, cerca del 1,06% de su facturación. Solo el año pasado, su empresa tramitó más de 280 denuncias por robo

La crudeza de los métodos ha llegado a extremos como el de llevarse una pata de jamón entera. "Cogen una pata de jamón como si fuera una guitarra y salen corriendo, y a ver quién va detrás de ellos", relata.

Para protegerse, los comercios implementan planes de actuación internos. Estos incluyen crear rutas específicas para los empleados que les obligan a pasar con más frecuencia por los "pasillos calientes", donde se producen más hurtos. 

También se realiza un control exhaustivo del stock de productos sensibles para detectar su desaparición de forma inmediata y poder revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad. Son pequeñas estrategias de una batalla diaria que el comercio libra para defenderse de una sangría que no cesa.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.