La codicia sin freno, desprovista de su tradicional carga religiosa, es retratada como patología psicológica en la nueva coproducción que el Teatro de la Zarzuela y la Fundación Juan March han presentado este martes de la ópera "El caballero avaro", obra de un Sergei Rachmaninoff "desconocido y oscuro".

Estrenada por primera vez en 1906 en el Teatro del Boshói, está basado en una de las "Pequeñas tragedias" (1830) de Alexandr Pushkin (1799-1837) y relata en la Europa medieval la degradación de una relación paternofilial que el propio icono de la literatura experimentó en vida.

El 25 y el 28 de septiembre, así como el 1 y el 2 de octubre, llegará a la Fundación Juan March en cuatro funciones gratuitas y como parte de la extensa colaboración con el Teatro de la Zarzuela que, tras profundizar ampliamente en el repertorio español, se abre esta vez "con vocación internacional a una tradición potente, rica y poco conocida" en este país como es la de la ópera rusa.

Para darle forma a esta ópera de cámara de un acto en su desembarco en Madrid, la dirección musical correrá a cargo de Borja Mariño, quien ha reconocido en rueda de prensa su sorpresa tras descubrir este título de Rachmaninoff que desconocía y que encierra muchos rasgos inesperados.

"Es un Rachmaninoff desconocido, muy oscuro y tenebroso, que busca siempre la región grave del instrumento y las melodías recortadas. Eso me enganchó, porque presenta una nueva faceta que no tiene nada que ver ni con sus canciones ni con su obra al piano. Es otro mundo", ha destacado.

A su lado, la dirección escénica de Alfonso Romero, quien ha querido desvincular la idea de avaricia como "pecado" para internarse en su lugar en el ámbito de la "enfermedad".

"Cuando este texto de Pushkin fue escrito, en su cabeza y en el contexto histórico estaba muy relacionado con el pecado capital. Yo he querido dar un pasito más adelante y llevarlo a un concepto más actual y relacionado con la patología, como un trastorno psicológico de la conducta grave", ha explicado.

Probablemente el momento más importante del relato pasa por un extenso monólogo de más de 20 minutos que protagoniza este personaje como reflejo de su progresiva degradación mental, algo así como "el 'ser o no ser' de la literatura rusa", y que vocalmente constituye también un "reto" por la concatenación de varias arias seguidas, con sobreagudos y otras complicaciones.

"He pensado mucho en este personaje, que es muy complejo y no hay nada escrito sobre cómo llega a este punto. Eso queda para la imaginación. Ni siquiera lo podía relacionar con ninguna persona que conozca", ha señalado el bajo barítono ucraniano Ihor Voievodin, encargado de encarnarlo pese a su juventud.

A su lado, el resto del reparto lo completan el tenor Juan Antonio Sanabria como Albert, el hijo del aristócrata, así como el barítono Isaac Galán (El duque), el tenor Gerardo López (El prestamista) y el bajo Javier Castañeda (como Iván , el sirviente).

La escenografía, ideada por Carmen Castañón, convierte la obra en un tríptico que sitúa en el centro del escenario un cajón negro, como si de un museo se tratara o del expositor de una joyería, con distintas alturas en las que se colocarán los cantantes, enmarcados por 12 pantallas que proyectarán dibujos de Philipp Contag-Lada.