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Die Soldaten: un abismo de brutalidad con una partitura inabarcable

El Teatro Real se atreve con la ópera “imposible” compuesta por Bernard Alois Zimmermann. Descarnada, simple y al tiempo monumental, llega por primera vez a nuestro país esta ópera en la que se resalta sin fisuras lo peor del ser humano y la culpa, porque para Zimmerman “la puta es quien te convierte en puta”.

Die Soldaten: un abismo de brutalidad con una partitura inabarcable

 

Sefi García
Redactora de sociedad y cultura

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 15:49

120 músicos en escena: 25 timbales. Una banda de jazz. Todos en plataformas sobrevolando a los cantantes en primer plano. 16 solistas y el coro del Teatro Real, enfrentados a una partitura vocalmente deformada, exagerada. Pantallas que proyectan vídeo con diferentes escenas fundiendo el pasado y el presente de la acción, componiendo un puzzle del destino inexorable de los personajes, de su descenso a los infiernos, de su bajeza moral. Así es la imponente puesta en escena de "Die Soldaten", cuya partitura es “el reto más extremo al que cualquier músico se puede enfrentar”, confesaba Pablo Heras-Casado. Una obra que por las dimensiones físicas es un desafío.

El director musical asegura que “rompe todos los esquemas de cualquier obra compuesta antes, va más allá”. La música es la gran protagonista de este espectáculo. Calixto Bieito ha convertido los instrumentos en armas de fuego y a los músicos en soldados de un inmenso cuartel. “Esa música que tritura a los personajes, que los va arrastrando hasta la extenuación. Son 120 músicos volando y masacrando”, dice. "Die Soldaten" habla de la brutalidad del ser humano, de su inimaginable capacidad para destruir, reflexiona Bieito, “si algo ha caracterizado al siglo XX desde un punto de vista negativo es que jamás ja habido en la historia de la humanidad tal cantidad de horrores, aberraciones y maldades. Zimmermann, que lo conoció en persona, “lo refleja como nadie. La ópera es un abismo de brutalidad”.

La obra está concebida como un collage que rompe los esquemas del teatro clásico. "No hay ni unidad de tiempo, ni de lugar ni de acción”, indica el director artístico del teatro Real Joan Mataboch. Hay hasta 11 acciones distintas y simultáneas en diferentes espacios y “musicalmente está simbolizado también este efecto collage”. Por eso, Calixto Bieito propone esta puesta en escena, aparentemente sencilla, que nos ayuda a seguir el hilo argumental de la complicadísima obra. “Es el montaje más claro que existe” asegura Mataboch.

Zimmermann parte de la obra de Jakob Lenz y utiliza a la inocente Marie, interpretada por Susanne Elmark, como metáfora de la degradación moral y ética de la humanidad. “Marie es un personaje naïf, muy auténtico, que sufre un proceso de degradación y destrucción inducido por el entorno, hasta que sufre una violación”, explica Bieito. Ahí llega el grito final: “El grito del horror de todo el siglo XX. El grito que simboliza la destrucción de la humanidad. La aniquilación”.

Bernard Alois Zimmermann, el compositor, nació en Colonia en 1.918. Su familia era profundamente católica. A Los 21 años fue obligado a alistarse en el ejército para participar en la segunda guerra mundial. La experiencia acabó enfermándole el cuerpo y trastornándole la mente, al punto de que se suicidaría con 52 años.

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