CÓMIC ANOREXIA

"Comiendo con miedo", el monstruo interior de la anorexia de Elisabeth Karin

Sergio Andreu

Agencia EFE

Publicado el - Actualizado

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Sergio Andreu

Elisabeth Karin apenas tenía 15 años cuando sus padres se separaron y su cuerpo adolescente empezó a mutar, una metamorfosis que le generó una angustia física y vital que derivó en una anorexia nerviosa por la que estuvo tres meses ingresada, y que es el origen de su novela gráfica "Comiendo con miedo".

A sus ahora 26, Elisabeth Karin Pavón Rymer-Rythén -largo nombre completo de esta ilustradora hispano-sueca, que ella misma prefiere abreviar en Elisabeth Karin-, explica a EFE que, a pesar, de las recaídas, con varios ingresos más, por fin cree haber superado, o controlado, al "monstruo", como denomina a su trastorno de conducta alimentaria (TCA). Su rostro, fresco, risueño, así lo refleja.

Y es el momento en el que se ve "con fuerzas de hablar de ello", de contar una historia totalmente autobiográfica, una obra que se asienta en tres pilares: "Divulgar, informar y concienciar sobre los TCA, algo de lo que se debe hablar".

No es casualidad entonces que "Comiendo con miedo" se publique en Astronave -rama más juvenil de Norma Editorial- y "tiene su porqué, ya que los TCA suelen aparecer en una edad temprana, sobre todo en la adolescencia, cuando más sensibles estamos a los cambios mentales y corporales", afirma la autora por experiencia propia.

"¿Cuál es el 'miedo' del título? ¿Miedo a qué? A comer y a todo lo que eso implica, pero más en el fondo, es miedo a la vida, pero básicamente, tener un TCA es tener miedo a comer", responde.

El monstruo al que Elisabeth se "agarró", al que llama Nore -diminutivo de a(nore)xia- y que le "chutaba" una falsa seguridad que la visión de su cuerpo en el espejo le negaba, lo representa como un alienígena tenebroso que la domina y que diseña "El Plan" para adelgazar, cueste lo que cueste: la salud, su desarrollo como mujer (pérdida de la menstruación), el aislamiento, los amigos...

"Representarlo como un monstruo fue natural, porque cuando estaba pasando por la anorexia sentía una vocecita dentro de mí, que era una parte de mí, una vocecilla diabólica. La verdad es que vi claro que la anorexia es un monstruo", señala en la sede de Norma en Barcelona.

Su debilidad por casi no comer (y gastar cada caloría que ingería con ejercicio), que ocultaba con mentiras a su madre y a su doctora, llegó a ser tan extrema que un día se desmayó en la calle.

Fue ingresada de urgencia en "La sala blanca" o "El infierno blanco", una unidad de psiquiatría vigilada, regida por una rutina de comida-reposo-comida donde perdió cualquier intimidad (acompañada incluso en sus visitas al baño) para evitar que Nore, cuya sombra veía tras las ventanas de la clínica, hiciera de las suyas.

"El peor momento fue el tratamiento, porque cuando estás en plena anorexia no estás mal. Sigues unos patrones, de alguna forma casi placer, pero cuando empiezas a luchar contra ella, sientes una contradicción, estás haciendo lo que más miedo te da: comer. Es una lucha muy dura, pero claro, vale la pena. Cuando sales sientes una libertad increíble", recuerda.

En aquellos días de encierro, de "comer techo", un papel en blanco y unos lapiceros se convirtieron en su pequeño altavoz mudo.

"Fue en esa época cuando realmente empecé a dibujar, más que una vía de escape era una vía de comunicarme, me costaba mucho hacerlo verbalmente, y los dibujos eran una forma de expresar lo que estaba sintiendo", relata la ilustradora que utiliza el símil gráfico del iceberg para representar los TCA.

"Lo que conocemos es sólo la superficie, que puede ser la idea de una chica joven que quiere adelgazar. Pero va más allá. Un TCA no es un problema con la comida, es un problema que se ve reflejado en la comida, detrás hay muchísimo más y es lo que hay que tratar de entender para solucionar el resto", indica.

En la novela, bajo ese "iceberg", dibuja algunos "pececillos monstruosos" nadando (ansiedad, autoestima, inseguridades o baja autoestima) aunque las tres pilares ocultos que lo sostienen, dice, son los cánones de belleza y la presión social: las redes sociales, los traumas y la genética.

En su caso, "Nore" es un reflejo distorsionado y descontrolado de sí misma, son sus miedos, necesarios para evolucionar como persona siempre que no se te vayan de las manos, lectura similar a la que Pixar hacía del personaje de "Tristeza" en la deslumbrante "Del revés" (Inside Out) que cumplía su misión en el equilibrio emocional y de desarrollo de la protagonista adolescente.

Elisabeth Karin alerta de "lugares muy peligrosos" como ciertos perfiles de redes sociales en los que se incita a los más jóvenes (chicos y chicas) a tener un TCA "a base de dietas e imágenes de cuerpos perfectos entre comillas" y, de hecho, "Comiendo con miedo" tiene un perfil en instagram para combatir estos mensajes.

La autora se siente afortunada de haberse topado a tiempo con una terapeuta que realmente supo reconducir esos miedos y hacerle ver que entregarse a su lado oscuro no tenía futuro.

"Ahora mismo puedo decir que el monstruo ya no está conmigo y el miedo a recaer tampoco, pero tengo que estar alerta. La recuperación no fue un clic, como algunos me decían, probar, fue cosas que me funcionaban, cosas que no, fijar lo que quería hacer con mi vida, muchas pequeñas cosas que me han permitido ir creciendo y avanzando", resume sobre este largo proceso.

Visto en ABC

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