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“Los restos de mi hijo son sagrados, pero cuando un cuerpo no vive, ya no sirve”

Es el testimonio de Remedios Ramos, la madre de un joven fallecido hace menos de un año cuando trató de mediar en una pelea entre unos desconocidos. Sus familiares decidieron donar sus órganos “porque es lo que él hubiera querido”.

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Tiempo de lectura: 2'Actualizado 12:00

España es líder mundial en trasplante de órganos y no es una forma de hablar, es que lo dicen los datos: en 2017 se realizaron en España 5.259 trasplantes. Llevamos 26 años como líderes en esta materia, según la Organización Nacional de Trasplantes. En España hay 46.9 donantes por cada millón de habitantes. Eso significa que en el último año, cada día seis personas donaron sus órganos. Y eso se traduce en 14 trasplantes al día.

Para que los médicos puedan hacer su trabajo y para que los enfermos puedan vivir más años y mejor, son necesarios... son fundamentales... los donantes. Muchos deciden en vida que quieren donar sus órganos cuando ellos ya no los necesiten. En otros casos, esa decisión recae en sus familiares.

Hace menos de un año que Remedios Romero perdió a su hijo. Él se llamaba Pablo; una noche de abril del año pasado salió con sus amigos al centro de Málaga a celebrar su cumpleaños, había cumplido 22. Estaba feliz, quienes le conocieron dicen de él que era lo que se conoce como un niño bueno, tanto que no dudó en mediar en una pelea entre personas a las que no conocía, para tratar de poner paz ante la trifulca. La consecuencia fue mortal: recibió un golpe del que no sobrevivió. Pablo sigue vivo de muchas maneras; una de ellas es que ha regalado vida a personas que esperaban un trasplante de órgano.

La madre de Pablo Podadera, Remedios Romero, explicaba en 'La Noche de COPE' con Adolfo Arjona, cómo la familia sobrelleva la muerte del joven: “Hay un hecho que es vital para mí y es que mi hijo para mí no ha muerto... ha muerto físicamente, pero su amor no. Una de las cosas que me ayuda sobremanera a vivir el día a día con esta tragedia que nos ha tocado experimentar es, precisamente, lo altruista que fue en vida, porque él fue donante de médula ósea”. Precisamente, su hermano mayor precisó de un trasplante de médula.

“Él había vivido en un ambiente familiar que había propiciado esa mirada de generosidad porque su hermano desde pequeño tenía un problema de salud importante”, como cuenta su madre. Pablo murió cinco años y ocho meses después de la muerte de su hermano José.

A los cinco años, Pablo donó médula a su hermano, José, que falleció hace algunos años. A los 14 años, Pablo Podadera escribió en una redacción que lo más importante que había hecho en su vida había sido ser donante de médula ósea para ayudar a su hermano. Aquello ayudó a sus padres a decidir donar sus órganos: “Me oía a mí misma y me sorprendía estar en ese momento tan fría; yo ya había visto morir a mi hijo José y no se pudieron donar sus órganos, pero estaba segura de lo que hubiera querido Pablo, es una certeza que no se puede explicar”.

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“A mí lo que me da ahora una paz enorme y lo que me da fuerzas para hablar, es que cuando uno es generoso, es empático, es altruista con lo que uno tiene, que es la vida... la vida te tiene que dar paz. Y a nosotros nos la da cada día para vivir con esto”, le ha contado Remedios Ramos a Adolfo Arjona.

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