Pronto se decretará la persecución contra los seguidores de Cristo. Al ver la esperanza con que se enfrentaban a la persecución los cristianos, se sienten atraídos, haciéndose bautizar en el nombre del Señor Jesús. Indudablemente, la sangre de mártires es semilla de nuevos cristianos. Su conversión pronto se hace pública y son apresados por abrazar la Religión prohibida por el Emperador. Al persistir en adorar al Dios Único y Verdadero, son condenados a muerte, como se prescribía para los que no diesen culto a los falsos dioses romanos. Las actas de su martirio, que llegaron hasta nosotros, datan del siglo V, conservándose dos copias, una en latín y otra en griego. Sobre sus tumbas se erigió una Basílica, que se halla en el Cementerio de Domitila, junto a la Vía Ardeatina, en el siglo IV. También el Papa León III les dedicó otro Templo en el año 795, en el interior de la ciudad, en la Vía Apia. San Dámaso pondrá en su tumba este epitafio: “Nereo y Aquiles, mártires”. Iconografía: Se les representa en diversos momentos de sus vida, sobre todo los que se ven en la Basílica dedicada a ellos. Otros Santos: Domingo de la Calzada, Epifanio y Casio.