La victoria del no en el referéndum de este domingo en Italia se parece al brexit pero tiene diferencias sustanciales. Aunque en las primeras horas haya cierta turbulencia en los mercados y el resultado provoque incertidumbre política no estamos ante la salida de un nuevo socio de la Unión Europa. El ya dimisionario primer ministro Renzi había planteado una reforma constitucional razonable para mejorar la gobernabilidad de Italia. Pero a la vista del resultado está claro que se equivocó en el modo de plantearla y en el hecho de ligar su futuro político al triunfo de sus tesis. No le apoyaba ni la derecha ni la izquierda, tampoco muchos miembros de su propio partido. El deseo de tumbar al primer ministro y una buena dosis de populismo han hecho lo demás. El problema es que en este momento Italia no cuenta ni en la izquierda ni en la derecha europeísta con líderes solventes para afrontar unas nuevas elecciones. Un Berlusconi de 80 años, con un pasado poco ejemplar, pretende ser alternativa. Y en el centro-izquierda no despunta nadie. Unas elecciones antes de concluir la legislatura le darían opción al movimiento populista 5 Estrellas de llegar al poder. Y eso es lo que convendría evitar. El no al referéndum de la reforma de Renzi no supone ni mucho menos la salida de Europa. Pero el triunfo de Bepe Grillo sí supondría una crisis europea. Puede solucionar la crisis un nuevo acuerdo para formar una nueva mayoría entre los diputados ya electos. Y si hay elecciones una coalición transversal de europeístas que haga frente al anti-europeísmo populista.