Foto de un rincón del mundo donde las temperaturas ya son muy altas. Foto de una calle sin coches de un barrio pobre. Bajo unos soportales de uralita, debajo de la uralita siempre hace mucho calor o mucho frío, se amontonan cachivaches: una fuentecita de plástico con dos grifos, una silla amarilla de bar, una caja roja de coca-colas sin coca-colas, muebles inútiles, chanclas tiradas, un par de bicicletas. Un hombre sentado a la puerta de una cochiquera con un rótulo que dice Cafe Harry cruza las piernas. Está descalzo y medio desnudo. En el asfalto, en cuatro palanganas, se refresca un grupo de niños. El mayor, que mas que un niño es ya un mozo, levanta una manga riega estrecha. El chorro sale sin fuerza y el mocito, sin camiseta, aprieta la boca para que tenga más presión. Caen escasas las gotas. Las niños han conseguido con paciencia mojarse el pelo y ahora chapotean con estruendo y gritos de gusto. Chapotean con esfuerzo porque las palanganas de plástico solo tienen cuatro o cinco dedos de agua. Pero es lo mismo. Bañarse en ropa interior, en la calle, convirtiéndote en un niño-burruño, sin piscina ni playa cercana, es una gran ocasión. Como despertarse temprano y ver salir el sol, como comer en el campo sin cubiertos, como tener de primer plato macarrones con chorizo, como las velas de la tarta de cumpleaños, como buscar bichos bola o subir por el tronco hueco del algarrobo viejo, como echar un pulso, empujar a la tortuga grande a la charca, cazar ranas con la mano, pisar charcos con botas de agua, casi todo es una gran ocasión.