Cabrera, la prisión natural de 10.000 soldados franceses derrotados en la Guerra de la Independencia

En la isla se vivieron escenas terribles de agresiones físicas, torturas, hambruna, desesperados intentos de fuga, locura y hasta canibalismo 

00:00

Cabrera, la prisión natural de 10.000 soldados franceses derrotados en la Guerra de la Independencia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

En 1807, Napoleón dominaba casi toda Europa. Sus ejércitos no conocían la derrota y eran vistos por los países enemigos como fuerzas invencibles. Su sed de poder tampoco conocía límite.

A finales de ese año, Napoleón quiso invadir Portugal. El Tratado de Fontainebleau, firmado por Manuel Godoy, valido del rey de España Carlos IV de Borbón; y Napoleón estipulaba la invasión militar conjunta de este país y el posterior reparto de su territorio. Pero Francia traicionó a España. La invasión de Portugal se produjo pero, mientras, la presencia de tropas francesas en España fue aumentando.

El pueblo empezó a verlo como algo raro y amenazante. Y sus sospechas tenían toda la solidez. Los franceses llegaron a ocupar diversas localidades como Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras. 65.000 soldados franceses, en total, campando a sus anchas por todo el territorio. Ya quedaba claro que Napoleón había traicionado a España: su objetivo real no era invadir sólo Portugal sino toda la península Ibérica, con el objetivo de derrocar a la dinastía de los Borbones y suplantarla por su propia dinastía, convencido de contar con el apoyo popular.

Pero no fue así. No contó con la indignación del pueblo, que acabó estallando el 2 de Mayo en Madrid en su famoso levantamiento popular. La llama prendió también en muchos otros lugares de España. La Guerra de Independencia había comenzado. 

En junio de 1808, el general Dupont al frente de las tropas francesas, se dirigió a Bailén para su conquista. Pero allí Francia se encontró con su primera derrota en campo abierto de la historia del ejército napoleónico. 21 000 soldados al mando de este general se enfrentaron a otro español, de unos 27.000, a las órdenes del general Castaños. 

El 22 de julio, se firmaron las denominadas Capitulaciones de Andújar. Según lo pactado en dicho documento, los franceses debían abandonar Andalucía en el menor tiempo posible. La pretensión inicial era concentrar a todos los prisioneros para trasladarlos juntos hacia Sanlúcar y Rota y, una vez allí, subirlos a los barcos que los llevarían hasta Francia. Sin embargo, el pacto no se cumplió. Las autoridades españolas reconocieron que no tenían barcos suficientes para transportar a los cerca de 18.000 prisioneros franceses. Se solicitó entonces ayuda a los británicos para embarcarlos a todos, petición que fue finalmente aceptada a principios de septiembre. Los jefes y oficiales llegaron a Francia,y allí fueron acusados por Napoleón de ser los responsables de la derrota sufrida en Bailén. Dupont cayó en desgracia y fue privado de todas sus condecoraciones, para ser después recluido en prisión.

Pero, ¿qué pasó con los suboficiales y el resto de la tropa? Cuando llegaron a Sanlúcar, los cerca de 14.000 supervivientes fueron hacinados en pontones anclados frente a la costa. El Gobernador militar de Cádiz decidió deshacerse de ellos trasladándolos lejos de allí. Finalmente, tras nueve meses de lenta agonía en las prisiones flotantes, se ordenó su embarque hacia un rumbo desconocido.  4.000 afortunados prisioneros fueron llevados a las Islas Canarias, donde consiguieron integrarse entre la población. El resto, aproximadamente unos 10.000 supervivientes, corrieron peor suerte.

Tras varios días de complicada travesía, los soldados derrotados divisaron Mallorca. Su intención fue desembarcar allí. Pero las protestas de la población, que no quería ver a los franceses ni en pintura, obligaron a desembarcarlos en la Isla de Cabrera, un lugar de apenas dieciséis kilómetros cuadrados y sin apenas vida. Algunos historiadores, incluso, lo han denominado el primer campo de concentración de la historia. En ese momento, los soldados franceses empezaron a descubrir que, a veces, lo peor de una guerra no se vive en el campo de batalla.

Se calcula que casi 5.000 soldados franceses llegaron a Cabrera, aunque al final fueron 11.381 soldados los que pasaron en algún momento por ella. Todos ellos confiaron en que pronto Napoleón maniobraría para devolverlos a Francia. Pero permanecieron allí durante años.

Cada semana llegaba un barco desde Mallorca con comida, pero no era suficiente. La supervivencia se convirtió en un reto diario. Se vivieron en la isla escenas terribles de agresiones físicas, torturas, hambruna, desesperados intentos de fuga, locura y hasta canibalismo. El caos se apoderó de la isla y las enfermedades producto de las deplorables condiciones de vida comenzaron a adueñarse de sus cuerpos. 

 “La humanidad clama, se horroriza. Estremece al corazón más duro ver abandonados tres mil o más hombres en una isla desierta e inhabitada, a la intemperie, a la desnudez y hasta al hambre. Si ellos fueron crueles enemigos con las armas, no debemos usar la represalia a sangre fría con el tormento más atroz”, decía el diario de Palma en una de sus publicaciones en 1813. Tan solo entre 3.000 y 4.000 consiguieron sobrevivir echando mano a las lagartijas, insectos y cualquier cosa que pudieran llevarse a la boca. 

El 17 de abril de 1814 terminaba por fin la Guerra de Independencia española con la derrota de Napoleón y, un mes más tarde, los prisioneros franceses de Cabrera quedaron en libertad. Todos ellos estaban enfermos y escuálidos. El resto estaban muertos. 

La leyenda en torno a Cabrera no acaba con la Guerra de la Independencia. Algunas historias también cuentan que durante la Segunda Guerra Mundial, un soldado alemán llamado Johannes Böckler tuvo un accidente de avión cerca de la isla. Fue llevado a Cabrera con vida pero murió poco después y lo enterraron cerca de la tumba de un pescador. Su cuerpo permaneció en Cabrera hasta el año 1982, cuando se llevaron los restos a Cuacos de Yuste (Cáceres), donde está el único cementerio de soldados alemanes fallecidos en España.

Algunas habladurías poco fundamentadas aseguran que los militares españoles encargados de recuperar el cuerpo se equivocaron con la identificación y rescataron los huesos del pescador. Y que el espíritu de Böckler sigue recorriendo la isla de Cabrera agarrando a la gente del hombro para que, al igual que él, ellos tampoco puedan salir de esta isla. Dicha leyenda aparece en el libro "La mujer del reloj" (Ediciones B), una novela de Álvaro Arbina.

Programas

Último boletín

18:00 H | 24 OCT 2025 | BOLETÍN

Boletines COPE
Tracking