Hay dos cuestiones que tendrían que estar centrando toda nuestra atención como país, la de todos y cada uno de nosotros. Una es la evolución del covid. Se han vacunado a los ancianos en residencias pero a los mayores de 65 años, de 70 o de 80 aún no les han llamado. El Reino Unido prevé tener vacunada a toda su población mayor de 18 años en el mes de julio, ¿y nosotros cuándo? Porque no hay estimaciones.

La segunda cuestión es el impacto económico del covid. El INE acaba de publicar la cifra de negocios en la industria y en el sector servicios en el año 2020. En la industria ha caído un 12 por ciento, actividades como la del recibo del petróleo con una caída superior al 40 por ciento. Lógico con un país parado pero es un tejido industrial que va a tardar en recuperarse. En el sector servicios el descalabro es monumental, un descenso superior al 15 por ciento, con una pérdida de facturación en la hostelería del 70 por ciento.

En vez de estar preocupados en esas dos cuestiones, la de la salud y la del impacto en la economía, tenemos que volcar todos nuestros esfuerzos en una colección den niñatos y vándalos que se dedican a poner cada noche patas arriba Barcelona y de otras capitales de provincia de España, provocando innumerables y cuantiosos daños materiales. ¿Quién se va a hacer cargo de ello? ¿Los seguros, los consorcios de seguros públicos? Si cada uno de ellos tiene que hacer frente de su bolsillo a los daños que provoca o sus padres, en el caso de los menores -que son muchos- y de forma inmediata, igual acabamos con el problema mucho más rápido porque habrá un padre o una madre, policías a la puerta de cada una de sus casas, evitando que sus hijos salgan cuando ha pasado el toque de queda a quemar un contenedor a las puertas de cualquier comercio o cualquier establecimiento, o de una vivienda particular.