La protesta de medio Hemiciclo clamando por la libertad retrata a la Ley Celaá. Una ley en la que el Gobierno ha aplicado su rodillo parlamentario sin escuchar a la mitad de la sociedad española. Eso es lo que dice ese grito de "libertad". Una ley que arrincona al español, la lengua común de comunicación de todos los españoles que garantiza la Constitución, que dice que tenemos el derecho a usarlo, pero también el deber de conocerlo.

A muchos niños se les va a negar en el colegio ese derecho. Una ley que arrincona paulatinamente, poco a poco, para crear una nueva sociedad a la educación concertada que limita la libertad de los padres para dar esa educación, la que quieren, a sus hijos.

Una ley que, pese al dramático llamamiento de los padres, arrincona también la educación especial. Deja fuera del modelo a esos niños. Crea también un problema a los profesores de la educación ordinaria que tendrán que, de un modo u otro, integrarlos. Este es el proyecto de este Gobierno. Esta es esta ley de Educación que da un salto cualitativo en la segregación de buena parte de los españoles y en la merma de sus libertades.