Jardinero jubilado halla el mayor tesoro romano con un detector de metales

El Tesoro de Hoxne, compuesto por más de 15.000 monedas y objetos de lujo, sigue planteando preguntas sin respuesta más de tres décadas después

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Uwe Deffner


Laura Palomo

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Una fría mañana de noviembre de 1992, Eric Lawes, un jubilado aficionado a los detectores de metales, aceptó ayudar a su amigo, el agricultor Peter Whatling, a encontrar un martillo perdido en un campo de cultivo en el pueblo de Hoxne, Suffolk (Inglaterra). Lo que comenzó como una simple búsqueda rural acabó en el hallazgo arqueológico más importante de la Britania romana tardía: un cofre enterrado repleto de monedas de oro, plata y bronce, junto con joyas, utensilios y piezas de vajilla de lujo. 

En total, se recuperaron 14.865 monedas romanas, 3,5 kg de oro y 23,75 kg de plata en forma de 200 objetos, muchos de ellos en perfecto estado de conservación. La noticia, filtrada a la prensa solo tres días después del hallazgo, llenó la portada del tabloide The Sun, y desencadenó una carrera arqueológica sin precedentes en el Reino Unido. La rápida y responsable actuación de Lawes, que notificó a las autoridades sin intentar excavar por su cuenta, permitió a los arqueólogos excavar todo el tesoro en una sola jornada, extrayendo incluso bloques compactos de tierra para su análisis en laboratorio.

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Gracias a su diligencia, no solo se conservó el contexto arqueológico del hallazgo, sino que también se logró una imagen sin precedentes del mundo material de una familia rica de la Britania romana a principios del siglo V.

 Un tesoro imperial cuidadosamente escondido  

Los arqueólogos creen que el Tesoro de Hoxne fue enterrado hacia el año 407 d.C., coincidiendo con el colapso de la administración romana en Britania. En aquel momento, las legiones romanas se retiraban definitivamente, dejando a la población expuesta a invasiones, conflictos y caos político. En este contexto, resulta plausible que una familia adinerada escondiera sus posesiones más valiosas en un cofre de roble, con la intención de recuperarlas más adelante. 

El contenido del cofre, meticulosamente embalado en cajas más pequeñas de madera y envoltorios de tela, apunta a una familia de gran estatus, aunque el hallazgo representa probablemente solo una parte de su fortuna. Faltan, por ejemplo, grandes vasijas de plata o ciertas joyas típicas del ajuar romano, lo que sugiere que los propietarios no lograron reunir todo su patrimonio antes de ocultarlo.

Entre los objetos más destacados se encuentran una cadena de oro corporal, diversos pimenteros de plata dorada (incluido el famoso Pimentero de la emperatriz), cucharas ornamentadas, cuencos de plata, cerraduras de ataúdes y hasta artículos de tocador como palillos dentales. Las monedas cubren un periodo comprendido entre los reinados de Valentiniano I (364 d.C.) y Honorio (423 d.C.), incluyendo ejemplares tanto oficiales como imitaciones de gran calidad, propias de la Britania tardorromana.

 Una revolución para la arqueología y la legislación británica  

La trascendencia del hallazgo no fue solo arqueológica. El Tesoro de Hoxne marcó un punto de inflexión en la relación entre detectores de metales y arqueología profesional. La correcta actuación de Lawes se convirtió en ejemplo de buenas prácticas, y su caso sirvió de inspiración para la Ley del Tesoro de 1996, que estableció un marco legal para proteger hallazgos similares y recompensar justamente a sus descubridores. 

Lawes y Whatling compartieron una recompensa de 1,75 millones de libras esterlinas, valor oficial asignado al tesoro por el Comité de Valoración. El martillo que originó la búsqueda, finalmente hallado durante la excavación, fue donado al Museo Británico, donde también se exponen actualmente las piezas más significativas del tesoro, dentro de un cofre de metacrilato que emula el arca original de roble.

Investigaciones arqueológicas posteriores revelaron que, aunque no se han hallado restos de una villa romana cercana, el tesoro fue cuidadosamente enterrado y probablemente marcado para facilitar su recuperación. Sin embargo, nadie volvió nunca a por él. ¿Huyeron los propietarios? ¿Murieron en el camino? ¿Fue el cofre olvidado tras generaciones de inseguridad? Las respuestas permanecen enterradas en la historia.

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