El Santo que retornó de la Silla de Pedro a la contemplación del Convento

Jesús Luis Sacristán García

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La Pascua también es contemplación. Hay que contemplar el Amor de Cristo Resucitado que da los pasos a lo largo de su Vida para poner la base de la Iglesia, la comunidad de todos los creyentes en el Señor. En ella ha de existir la figura del Pastor Universal que, haciendo las veces de Cristo, pastorea al Pueblo de Dios. Hoy celebramos a San Pedro Celestino. Que compaginó el papado con la Vida Contemplativa. 

Nacido en Isernia –Italia- el año 1215, sus padres son de una gran base cristiana, que transmitirán a sus doce hijos al educarles. En su santidad de vida, oraban al Señor del Cielo pidiendo que uno de los hijos fuese sacerdote, petición que fue escuchada en Pedro, quien, a los 17 años ingresa en los Benedictinos, marchando posteriormente como eremita a los Montes de Castelnegro. Allí las multitudes se acercan para escucharle, con lo que debe marchar a otros lugares para recuperar su soledad.

Pronto vendrán gentes que le quieren imitar, a los que se les conoce como “Celestinos”, aprobados por Gregorio X en 1274 con dieciséis Conventos fundados. Estando en Monte Murrone, le comunican que en el Cónclave ha sido elegido Papa, algo que él, en un principio, no acepta. Al final le convencen, imponiendo él la condición de vivir en una choza que le construyan en Nápoles, junto a Carlos II.

Su pastoreo de la Iglesia, no está exento de dificultades, a las que se une su condición de místico contemplativo que le hace renunciar, situación que le es aceptada y ratificada por su sucesor Bonifacio VIII. El nuevo Pontífice, envía a su antecesor a Monte Fuone, un castillo donde Pedro Celestino, podría orar hasta su muerte ocurrida en 1296, siendo canonizado en 1313.

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