LUNES 20 DE AGOSTO

San Bernardo de Claraval: cambió la armadura por el hábito del Císter

En pleno siglo XI, los jóvenes tenían como máxima aspiración ser caballeros. Bernardo lo fue, pero de un ideal más grande: el amor a Jesús y a María, como monje cisterciense.

Redacción Religión

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Hoy la Iglesia nos presenta a un Santo que vivió en el convento: San Bernardo de Claraval. Bernardo nace en Dijón (Francia) el año 1091. Vive en un ambiente en el que aumentan los cristianos que quieren vivir en el más absoluto desprendimiento y pobreza para rezar a Dios. Su padre es un oficial de caballería. Su madre morirá pronto.

Desde pequeño le inculcan una amor tierno al Niño Jesús y a la Virgen María. La devoción a la Reina del Cielo será su inspiración en sus escritos místicos y en sus predicaciones. Por entonces todo el mundo aspiraba a grandes empresas de caballeros e hidalgos, pero Bernardo aunque siente esa tentación también, entra en plena juventud en el Císter. Antes habrá tenido discusiones en casa porque esperaban de él un armado caballero. Pero cuando ven que no va solo, sino que un nutrido grupo de amigos le acompañan, se ven incapaces de impedírselo.

Su vida en el Monasterio se resume en rezar y trabajar. El lema benedictino y cisterciense es reza y trabaja (en latín otra et labora). Y es tan grande su ejemplo que le eligen Abad del Convento porque ven en él un santo varón. Han pasado los años y Bernardo ya no es ese hombre duro de carácter sino afable y dulce. Su sencillez se mostró cuando tuvo que hacer frente a los errores doctrinales del momento, donde corrigió con firmeza pero con dulzura.

Entre los problemas se encontraban el enfrentamiento entre los monjes de Cluny denominados negros por seguir la regla de San Benito y los monjes blancos del Císter. Bernardo tiene de la mano para unir a todos y evitar cualquier discusión. Muere en el año 1.153 dejando grandes obras sobre la Virgen. Todos los que le conocieron le recordarán como el “Doctor melífluo”, nombre con el que se le ha llamado hasta nuestros días.

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