San Benigno, azote de la idolatría

San Benigno, azote de la idolatría

Redacción Religión

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Cada Santo perseguido hasta el martirio e sun verdadero testimonio de que Dios da la fortaleza para que el hombre haga frente al maligno en el combate. Hoy recordamos a San Benigno. Su vida transcurre en torno al siglo III. Hombre de probadas virtudes, se convierte en un celoso propagador de la Fe, cuyo objetivo prioritario es la difusión del Reino. Esto hace que el Obispo Ponciano reconozca en él un verdadero hombre de Dios.

Poco después fue ordenado sacerdote, colaborando con Ponciano en el gobierno de la grey encomendada. Por entonces la persecución de Maximiano y Diocleciano se agrava, pero esta situación hace reafirmarse más en el ejercicio de su apostolado a Benigno que desgasta la vida asistiendo a los cristianos que sufren y dando de comer a los necesitados. Incluso logró de Dios la gracia de estar cerca de los que iban a ser martirizados, confortándoles en la adversidad.

Lleno del Espíritu Santo, predica la conversión con la idea de atraer a la Verdad a los adoradores de ídolos. Esa es su impronta. Así comienza a explicar con claridad que las divinidades romanas son falsas, poniendo en entredicho todo el culto que se les daba por parte de los ciudadanos. De esta forma invita a descubrir al Señor Jesús, el Único al que las personas deben servir. Los que lo oyen se convierten.

Pero tampoco faltan quienes le miran con recelo porque sus intereses están en los dineros surgidos de la idolatría. Todo esto hace que le arresten y le obliguen a apostatar de sus creencias. Ante su negativa a seguir sus consejos, le aplican diversidad de suplicios y castigos, decretando que sea decapitado, sentencia que cumplirán en el año 303, unos años antes – concretamente diez- del Edicto de Milán.

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