
Madrid - Publicado el
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Hoy nos encontramos en el Domingo XVIII del Tiempo Ordinario, por lo que estamos en la segunda parte de este Periodo Litúrgico, el más largo del año. Cristo tiene que dejar claras las cosas a un hombre que le quiere utilizar de intermediario entre su hermano y él por temas de herencia. Por debajo ve en su Sabiduría Divina que hay codicia lo cual es un pecado grave.
Esto le sirve al Señor para advertir lo mal que le pude ir a un avaro. Y en este día también celebramos a San Pedro de Anagni. Nacido en Salerno (Italia) en el siglo XI, es hijo de familia muy nobiliaria. Sin embargo, en su trayectoria nunca buscó honores ni riquezas. Cuando queda huérfano de padres, es preparado con una esmerada educación religiosa, para la vida contemplativa.
De ello se encargaron los benedictinos que se hicieron cargo de él. Bien quedó en su mente grabada esta espiritualidad porque todos se admiraban de su oración y su reflexión en el estudio. También mostraba una ardiente caridad de amor a Dios y al prójimo.
En los tiempos más difíciles en la Iglesia de entonces, es elegido obispo de Anagni. Desde el principio acoge su cometido y su ministerio es una verdadera entrega. Todos valoran su sabiduría. Tuvo que defender la figura del Papa cuando existían las manipulaciones del poder político.
No faltó el cuidado por los sacerdotes para que, a su vez fuesen pastores de las almas, a las que también atendió él personalmente. San Pedro de Anagni muere en el año 1105. Todos le recuerdan siempre impregnado de caridad y sencillez. Sus reliquias se encuentran en la Catedral de la propia Diócesis.





