?Cuarta predicación de Adviento del padre Raniero Cantalamessa (texto completo, 23-12-2016)

?Cuarta predicación de Adviento del padre Raniero Cantalamessa (texto completo, 23-12-2016)
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cuarta predicación de Adviento del padre Raniero Cantalamessa (texto completo, 23-12-2016)
El predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa realizó este viernes 23 de diciembre en la capilla Rendemptoris Mater en el Vaticano, la cuarta predicación de Adviento, ante el papa Francisco, cardenales e integrantes de la Curia Romana.
A continuación el texto completo:
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap.
Cuarta predicación de Adviento
"ENCARNADO POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
DE MARIA VIRGEN"
Prosiguiendo con nuestras reflexiones sobre el Espíritu Santo, en la inminencia de la Navidad queremos meditar sobre el artículo del Credo que habla de la obra del Espíritu Santo en la encarnación. En el Credo decimos: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María y se hizo hombre". Meditemos sobre este artículo de fe, de una manera no teológica y especulativa, sino espiritual y "edificante"
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Esta visión patrística ha sido traída a la luz en el Concilio Vaticano II, en los capítulos que la constitución Lumen Gentium dedica a María. Aquí, de hecho, en tres párrafos distintos se habla de la Virgen Madre María, como modelo ejemplar de la Iglesia (n. 63), llamada ella incluso a ser en la fe, virgen y madre (n. 64), y del alma creyente, imitando las virtudes de María, hace nacer y crecer a Jesús en su corazón y en el corazón de sus hermanos (n. 65).
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Ambrosio interpreta perfectamente, en este texto, el rol que el Evangelio atribuye al Espíritu Santo en la encarnación, llamándolo sucesivamente, Espíritu Santo y Potencia del Altísimo (cf. Lc 1,35). Eso es el "Spiritus creator" que actúa para llevar a los seres a la existencia (como en Gn 1,2), para crear una nueva y más alta situación de vida; es el Espíritu "que es Señor y da la vida", como proclamamos en el mismo símbolo de la fe.
Solo los santos y místicos que tuvieron una experiencia personal de la irrupción de Dios en su vida pueden ayudarnos a intuir lo que debió probar María en el momento de la encarnación del Verbo en su seno. Uno de esos, san Buenaventura, escribe:
"Sobrevino en ella el Espíritu Santo como fuego divino que inflamó su mente y santificó su carne, confiriéndole una perfectísima pureza. Pero también la potencia del Altísimo la veló para que pudiera sostener un semejante ardor?¡Oh, si tú fueras capar de sentir en qué medida, cuál y cuánto fue grande ese incendio bajado del cielo, cuál el refrigerio dado, cuál alivio infundido, cuál elevación de la Virgen Madre, la nobleza dada al género humano, cuánta condescendencia dada por la Majestad divina!
Se trata entretanto de una ebriedad "sobria" o sea humilde. La humildad de María después de la encarnación nos aparece como uno de los milagros más grandes de la gracia divina. Como pudo María soportar el peso de este pensamiento: "¡Tú eres la Madre de Dios! Tu eres la más alta de las criaturas!". Lucifer no había soportado esta tensión y, tomado por el vértigo de su propia altura, había precipitado. Maria no; ella permanece humilde, modesta como si nada hubiera sucedido en su vida que le permitiera tener pretensiones. En una ocasión el Evangelio nos la muestra en el acto de mendigarle a otros incluso la posibilidad de ver a su Hijo: "Tu madre y tus hermanos, le dicen a Jesús, están afuera y desean verte" (Lc 8, 20).
Esto sucede durante la época de las grandes controversias cristológicas del V siglo, cuando el problema central entorno a Jesucristo no es más el de su verdadera humanidad, pero aquel de la unidad de su persona. La maternidad de María no es más vista solamente en referencia a la naturaleza humana de Cristo, pero como es más justo, en referencia a la única persona del Verbo hecho hombre. Y como esta única persona que María genera no es otra cosa que la persona divina del Hijo, como consecuencia ella aparece como verdadera "Madre de Dios".
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Esta última osada afirmación se basa en la respuesta que Jesús dio a la mujer que proclamaba ?beata?, la madre por haberlo llevado en su seno y amamantado: "Bienaventurados más bien aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lc 11,27-28).
El Espíritu Santo nos invita por lo tanto a "volver al corazón" para celebrar en este, una Navidad más íntima y más verdadera, que vuelva "verdadera" también la Navidad que celebramos exteriormente, en los retiros y en las tradiciones.
El Padre quiere generar en nosotros a su Verbo, para poder pronunciar siempre y nuevamente, dirigiéndose a Jesús y a nosotros juntos, aquella dulcísima palabra: "Tú eres mi hijo; hoy te he generado" (Eb 1,5). El mismo Jesús desea nacer en nuestro corazón. Es así que lo debemos pensar en la fe: como si en estos últimos días de Adviento, él pasase en medio de nosotros y golpeara de puerta en puerta como aquella noche en Belén, en la búsqueda de un corazón en el cual nacer espiritualmente.
El alma, explica, concibe a Jesús cuando, descontenta de la vida que conduce, estimulada por santas inspiraciones y encendiéndose de santo ardor, y para concluir tomando distancia decididamente de sus viejos hábitos y defectos es como fecundada espiritualmente por la gracia del Espíritu Santo y concibe en propósito de una vida nueva. ¡Fue la concepción de Cristo!
Si decides cambiar estilo de vida, dice san Buenaventura, deberás enfrentar dos tipos de tentaciones. Primero te se presentarán los hombres carnales de tu ambiente para decirte: "es demasiado arduo lo que emprendes; no lo lograrás nunca, te faltarán las fuerzas, te perjudicarás la salud; estas cosas no van bien con tu situación, comprometes el buen nombre y la dignidad de tu cargo?".
Terminemos recitando la oración encontrada en un antiguo papiro en el que la Virgen es invocada con el título de Theotokos, Dei genitrix, Madre de Dios:
Sub tuum praesidium confugimus,
Sancta Dei Genetrix.
Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus,
sed a periculis cunctis libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
(Traducción de ZENIT)
S. Agustin,
55,1,2 (CSEL, 34,1, p.170).
S. León Magno,
VI de Navidad, 2 (PL 54, 213).
Isacco de la Estrella,
51; PL 194, 1863. 1865.
S. Ambrosio,
, 11,40-43.
S. Cirillo Al., Anatematismo I contra Nestorio (DS, nr. 252)
S. Cirillo Al.,
XII,19-25-27 (PG 74,661-665).
S. Agustin,
72 A (Miscellanea Agostiniana, I, p.162).
S. Agostino,
, 36,42 (CSEL 60,p.263s.).
Cf. per es. Origene,
22,3 (SCh 87,p. 302).
S. Ambrogio,
11,38.
S. Tommaso d?Aquino,
IlI, q. 83,2.
S. Màximo Confesor,
(PG 91,1084.
Quaracchi, 1949, pp. 207 ss.).
S. Agustin,
,VIII,8 ("Si isti et istae, cur non ego?" ).
El predicador capuchino, Raniero Cantalamessa (Foto CTV- Osservatore Romano)
(ZENIT ? Ciudad del Vaticano, 23-12-2016).-





