¿El fin de la alarma?, por Mª Francisca Sánchez

Revista EcclesiaEcclesia

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Por fin ha llegado el fin. El día en que se anunció que se decretaba el estado de alarma el pánico y el miedo llegó de golpe a nuestras vidas, no dábamos crédito a lo que se nos anunciaba. El caso es que nos tocó, y de forma muy repentina. El origen de la palabra "alarma", procede de la expresión ¡al arma!, como una forma de prepararnos para un combate. Hace unos días hemos firmado la paz con nuestro enemigo, aparentemente lo estamos doblegando poco a poco y la confianza nos estimula a la esperanza de que pronto lo tendremos totalmente controlado. La alarma, por lo tanto, ha caducado oficialmente.
Por la calle en estos días vemos soldados de todo tipo, quienes disfrutan con el reencuentro, quienes vuelven poco a poco a sus actividades habituales que añoraban, quienes ríen y celebran, quienes no se atreven a salir, quienes dudan, quienes están deprimidos, quienes lloran la pérdida, quienes desconfían, quienes siguen enfrentándose, quienes sufren por su situación laboral y económica, por la incertidumbre a la que se enfrentan, y un largo etcétera que nos sitúa en un contexto que muy probablemente supondrá el inicio de un nuevo combate para muchas personas. Me preocupa especialmente quienes corren el riesgo de quedarse atrás en esta nueva etapa, si no combatimos con las armas del sentido común, la unidad y la solidaridad. Es el momento de despertar de la anestesia y de demostrar que la experiencia que hemos vivido no nos ha dejado indiferentes.

Por Mª Francisca Sánchez Vara
Sección de Trata. Comisión Episcopal de Migraciones

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