Los presos se emocionan en el lavatorio de pies del Papa

El Papa Francisco ha presidido la Eucaristía de los Oficios de Semana Santa en la cárcel de Velletri en Italia

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El Papa Francisco ha celebrado los Santos Oficios del Jueves Santo en la cárcel de Velletri -Italia-. Durante la liturgia, en el tradicional lavatorio, ha lavado los pies ha 12 presos. Nueve italianos, un brasileño, un marroquí y un preso nacido en Costa de Marfil.

Tal y como ha relatado la corresponsal de COPE en Italia y el Vaticano Eva Fernándezalguno de los presos no ha podido evitar llorar de emoción tras el gesto del Papa. Ha lavado los pies a cada uno de ellos, después se los ha besado y ha mirado a la cara a cada uno de ellos.

El Papa ha precedido este lavatorio con su homilía: "Jesús tenía todo el poder. Pero después empezó a hacer este gesto del lavatorio de pies. Era un gesto de esclavo. Él que tenía todo el poder, que era el Señor, hace este gesto de esclavo. Y luego aconsejó a todos: "Haced este gesto entre vosotros", es decir, serviros unos a otros, ser hermanos en el servicio, no en la ambición de los que dominan al otro o de los que pisotean al otro o de los que... no: servicio, servicio."

Visitadas ya todas las cárceles de Roma, esta vez ha elegido la de Velletri, donde le han recibido la directora, la subdirectora y la comandante de la Policía penitenciaria. Tres mujeres que han logrado crear un clima de humanidad y respeto mutuo en un penal diseñado para menos de sus 600 presos, muchos de ellos extranjeros.

En su primera Semana Santa, la de 2013, Francisco sorprendió a los romanos yendo a la cárcel juvenil en lugar de la basílica de San Juan de Letrán, su catedral como obispo de Roma, que visita con frecuencia. En el penitenciario, lavó los pies a diez chicos y dos chicas, una de ellas musulmana.

Después ha repetido el gesto en las cárceles de Rebibbia y Regina Coeli, incluyendo entre medias un asilo de personas con discapacidad y un centro de acogida de refugiados, la mayoría provenientes de África, en las afueras de Roma.

Entre los 800 internos dominaban los rostros marcados por la adversidad. También entre los doce hombres y mujeres de varias religiones que participaron en la ceremonia de lavado. En algunos pies se veían las heridas de las caminatas o quizá de malos tratos en las cárceles de los traficantes.

Al terminar la Misa, mientras sonaban canciones eritreas y de otros países, Francisco no hacía ademán de irse. Sonriente y, sin prisas, fue saludando uno a uno, hasta el anochecer, a los 770 hombres, 33 mujeres y siete niños a la espera de que Italia juzgase su petición de estatuto de refugiado.

El Papa ha visitado muchas cárceles en ciudades italianas y en sus viajes internacionales. Alguien le preguntó una vez por qué lo hacía. "Porque me lo van a recordar en el juicio final: si estaba en la cárcel y viniste a verme". Cada año acuden a encuentros con el Papa millones de personas. El Jueves Santo, Francisco visita a algunos que no pueden hacerlo.

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