El doctor Rocamora explica cómo puede ayudar la fe en los problemas de salud mental: "Si es sana, ayuda"

El reputado psiquiatra ha explicado en 'Ecclesia' los motivos por los que han aumentado las enfermedades mentales en España y hacia donde avanzan los tratamientos

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La pandemia ha alterado en los dos últimos años nuestro día a día. La salud mental de buena parte de la sociedad se ha visto afectada en miles de personas como consecuencia de la incertidumbre que nos trajo la covid-19,especialmente en el periodo del confinamiento.

Estrés, depresión o caer en las garras de adicciones tan peligrosas como el alcohol, las drogas o en la ludopatía son algunas de las vertientes. Se estima que más de dos millones de personas presentan un cuadro depresivo en España según datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadística. Y ojo porque nuestro país lidera, junto a Grecia, el ranking en la prevalencia en depresión en la Unión Europea.

Pero lo que ha disparado las alarmas en los últimos tiempos son las tasas de suicidios. En 2020 (primer año de pandemia) 3.941 personas se quitaron la vida, la mayor cifra en las últimas cuatro décadas, y un 7,4% más que en 2019. Son 8,3 suicidios por cada 100.000 habitantes al año, casi once personas que se quitaron la vida cada día el año pasado, según los datos del INE. Y tres de cada cuatro personas que cada año se suicidan son hombres.

El colectivo que más vio incrementado sus cifras fue la de los mayores, con un crecimiento del 20% en el porcentaje de suicidios. Un síntoma más de las consecuencias que ha traído consigo el virus.

Durante el confinamiento domiciliario, se observó un aumento en el porcentaje de población que experimentó sensación de estar decaído o deprimido. Cuestionesque hemos analizado con el doctor Alejandro Rocamora, que es licenciado en Medicina y Especialista en Psiquiatría. Además, imparte clases en el centro asistencial 'San Camilo' que gestionan los religiosos camilos, dedicado a ofrecer un conjunto de servicios, dentro del campo de los cuidados asistenciales y de la intervención social en el mundo de la salud.

Psiquiatra experto y creyente, afirma que las personas que tienen creencias religiosas “sanas” disponen de mejores herramientas para salir adelante ante la adversidad, aunque no siempre.

Usted lleva medio siglo como psiquiatra. ¿Llegó a imaginar que España iba a tener un problema con la salud mental tan agudo como el que parece que nos ha dejado la pandemia?

Hay que partir de la idea de que no hemos tenido una adversidad tan grande y de repercusión mundial como esta. Había estudios de situaciones parecidas pero con poblaciones más pequeñas y ha desbordado esto la previsión. Yo pensaba que no iba a durar tanto. Es verdad que el ser humano ante una situación tan adversa, realmente le cuesta recuperarse. Los más débiles son los que más daños sufren tien. La salud mental afecta sobre todo a personas que ya eran antes vulnerables. Por ejemplo, personas que sufrían un cuadro depresivo esta situación lo ha aumentado. Ha habido dos elementos en la pandemia: el aislamiento de la cuarentena y el aislamiento posterior, el no poder relacionarse. Además, estaba la incertidumbre que hemos vivido. Espinosa decía que la incertidumbre está entre el miedo y la esperanza, y hemos estado ahí, porque no sabíamos si iba a haber vacunas, si podíamos salir a la calle... y estos ingredientes han contribuido a afectar a la salud mental de muchas personas.

¿Cree que pese a que la pandemia ha sido un condicionante, la salud mental es un problema estructural más que coyuntural, propiciada por una sociedad cada vez más estresada?

La pandemia ha puesto de manifiesto nuestras deficiencias pero también las fortalezas, porque ha habido solidaridad. Pero es verdad que ante una adversidad de este tipo, se pone de manifiesto nuestras carencias, que son la de valores y la falta de educación emocional. Son dos pilares para la salud mental. En la prevención del suicidio, un dato que plantea la Organización Mundial de la Salud es educar a niños y adolescentes para proporcionarles herramientas ante situaciones adversas.

¿Nuestra Sanidad está preparada para afrontarlo?

El Ministerio de Sanidad tendrá expertos que lo analicen, pero pone de manifiesto que nuestra Sanidad está basado en el médico. En medicina somos punteros, pero en salud mental falta otra dimensión, que es la psicológica, la humanitaria. Yo he trabajado en un centro de salud mental como psiquiatra y la situación es estresante también para el psiquiatra, porque no atiendes a los pacientes con el tiempo que precisan. La pandemia pone de manifiesto la carencia de medios, aunque se ha avanzado mucho respeto a los años setenta cuando yo empezaba. La atención psicológica es lo que está fallando. Hay dos pilares que reforzar en la Sanidad, que es la salud mental y la Atención Primaria.

¿Hacia donde avanzan los tratamientos de salud mental?

Está centrado a la atención del enfermo en farmacología, cuando la farmacología es necesaria pero no suficiente. Hay patologías psiquiátricas que precisan de fármacos pero no es suficiente. Hay otra dimensión psicológica de atención a la persona. Nuestro modelo sanitario soluciona problemas muy graves, pero es deficitario cuando necesitas mucho tiempo. La fisioterapia por ejemplo también es un hándicap, porque necesita tiempo, como la psicología.

Usted es creyente: ¿influye esta condición a la hora de tratar a los pacientes?

En el tema religioso hay una diferencia entre la espiritualidad y la religiosidad. Uno puede ser creyente de una religión pero, otras personas tienen una espiritualidad especial aunque sean psiquiatras no creyentes, y eso es lo importante. En lo religioso, he visto a pacientes que sus creencias le pueden servir para afrontar la adversidad con mayor solvencia. Pero hay estudios que revelan que una religiosidad mal entendida puede ir en contra de la salud mental. Un ejemplo es una persona muy creyente en Dios, por lo que considera que lo que le ocurre es por su voluntad y por ello no pone medios. Es una mala interpretación de la religiosidad, decir que Dios te ha mandado esta enfermedad.

¿Los pacientes con creencias religiosas superan esta situación con mayor facilidad o depende del caso?

No hay estudios sobre ello. Mi experiencia clínica dice que cuando una persona tiene una creencia sana le ayuda, pero no es solo la creencia, sino la dimensión espiritual del ser humano la que también le puede ayudar. Una persona que tiene valores de solidaridad, de paz, de libertad, etc. tiene más capacidad de afrontar la situación que vive.

¿Es optimista a corto-medio plazo de que esta situación se revierta o la sociedad que vivimos será una máquina de crear personas con problemas de salud mental?

Hay muchas variables. Hay una que no se puede modificar que es la vulnerabilidad genética como la esquizofrenia, pero una sociedad cuanto más sana sea menos problemas mentales generará. Hay factores sociales. Si tengo un aprendizaje sano, la posibilidad de que desarrolle un cuadro psiquiátrico es menor. El ser humano no está determinado.

El descarte a los mayores ha sido un debate durante pandemia: ¿entre este colectivo se han dado más episodios de salud mental?

Estamos en una sociedad de resultados. Cualquier persona por el hecho de serlo es víctima de vivir. Lo que ocurre es que estamos en una sociedad que en situaciones extremas como la vivida en pandemia fue algo perverso de elegir a los jóvenes frente a los más viejo para morir. Desde un punto de vista médico no estoy de acuerdo con ese planteamiento, pero dentro de lo cánones de la sociedad actual lo que importa es lo que vale, y como el viejo hace poco, no vale. Parto de la idea de que el ser humano no vale por lo que tiene, sino por lo que es. El hecho de ser humano es un valor. Desgraciadamente la sociedad actual es así, va a la eficiencia y a lo eficaz.

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