La pandemia de la covid-19 obliga a los misioneros salesianos a "volver a empezar de cero"

En la actualidad son más de 56.000 las personas refugiadas que hay en el asentamiento de Palabek en Sudán del Sur

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Hace un año Palabek era un refugio de esperanza para más de 30.000 personas de Sudán del Sur que habían huido de la guerra. En el norte de Uganda habían encontrado un lugar en el que los misioneros salesianos formaban parte de sus vidas al compartir con ellos espacio y tiempo. Eran una familia: anhelaban la paz para regresar a sus casas, pero mientras llegaba los niños y niñas iban a la escuela, una escuela técnica se abrió para que los más jóvenes aprendiera un oficio y las mujeres también podían ocupar su tiempo con actividades para fortalecer su papel en la comunidad. Sin embargo, llegó la pandemia y el trabajo de tres años se vino abajo

“Hambre por la mañana, hambre a mediodía y hambre por la noche. Es lo que millones de personas refugiadas sufren cada día en el asentamiento”, explican los misioneros salesianos que trabajan en Palabek, al norte de Uganda. Un asentamiento para personas que huyen de la guerra en Sudán del Sur. Más de 56.000 personas que habían encontrado un lugar seguro, donde los niños y niñas iban a la escuela, los jóvenes se formaban y podían ir sobreviviendo.

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Volver a empezar de cero

“Todo cambió con la pandemia. Ni clases, ni reuniones, ni actividades para los jóvenes… Las cantidades de alimentos se redujeron un 30% y los padres y madres de familia no tienen cómo alimentar a sus hijos”, explica Ubaldino Andrade, misionero salesiano en Palabek. “Además, los niños y niñas están abandonados porque sus padres tienen que salir cada día a buscar algo de alimento o dinero para poder comer. Ves niños y niñas solos, sin adultos que cuiden de ellos y sin nada que hacer en todo el día”, añade.

Las consecuencias del coronavirus no se ven sólo en la salud. Hay más estrés, más violencia, más embarazos adolescentes, más alcoholismo… “Hemos vuelto a ver personas vestidas con harapos… Hemos vuelto a trabajar para dar asistencia básica: comida, ropa, agua, medicinas… Todo el trabajo hecho estos años se ha ido. Hemos vuelto a empezar de cero”, advierte Ubaldino.

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La paz sigue sin llegar a Sudán del Sur

A pesar de todo, “nos las ingeniamos para repartir comida, semillas y ropa. Colocamos dispensadores de agua clorada para la higiene por el asentamiento y nos multiplicamos para llegar al máximo número de personas refugiadas”, explica el misionero salesiano. “Empezamos a confeccionar mascarillas para entregar a la población, pero todo sigue siendo insuficiente porque estamos solos; casi todas las organizaciones con las que trabajábamos se han ido por miedo a los contagios y debemos de empezar casi de cero nuestro trabajo”, se lamenta el salesiano Lazar Arasu, director de la comunidad en Palabek.

En la actualidad son más de 56.000 las personas refugiadas que hay en el asentamiento de Palabek. Desde marzo las clases, las misas, las reuniones y las actividades para los jóvenes quedaron prohibidas por el coronavirus y la población fue confinada aunque no podía cumplirlo. Además, la paz sigue sin llegar a Sudán del Sur y el hambre y los conflictos han aumentado a la vez lo ha hecho la falta de recursos.

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"Hay que seguir al lado de las personas refugiadas"

“Y esta realidad no sólo se da en Palabek, que fue refugio de esperanza para las personas refugiadas, como ya pudimos ver en el documental que estrenamos el año pasado en estas fechas. Es una realidad para millones de personas refugiadas en todo el mundo”, explica Eusebio Muñoz, director de Misiones Salesianas. Por eso, para no dejar a nadie atrás en esta crisis sanitaria, pero también social y económica, han lanzado la campaña ‘Volver a empezar de cero’.

Más de 80 millones de personas refugiadas en todo el mundo están sufriendo las consecuencias de esta pandemia: niños y niñas sin escuela, escasez de alimentos y agua, falta de ingresos, pocas oportunidades de futuro. Los misioneros salesianos continúan al lado de las personas refugiadas en Palabek y en otras partes del mundo. Trabajan para que tengan un futuro lleno de oportunidades y en paz, les ofrecen ayuda, acompañamiento y esperanza y, sobre todo, alzan la voz para que no se les ignore. “Empezar de nuevo siempre es más fácil si contamos con personas que nos ayuden y animen a superarnos cada día”, finaliza Muñoz.

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