Las cartas que una madre dedicó a su hijo recién nacido antes de morir de cáncer: "Me resistí a entregarte"

María Cristina recayó de la enfermedad cuando estaba embarazada de su tercer hijo. Renunció al tratamiento para evitar la muerte del bebé. Hoy está en proceso de beatificación

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La italiana María Cristina Cella Mocellin va camino de los altares después de que el pasado 30 de agosto, el Papa Francisco autorizara a la Congregación para las Causas de los Santos firmar el decreto por el que se reconocían sus virtudes heroicas como Venerable.

En España la figura de esta Sierva de Dios es desconocida, pero sus actos verdaderamente asombrosos. Hoy sería una mujer relativamente joven, de 52 años. Nació en un pueblo de Milan en 1969, en el seno de una familia cristiana.

Aquellos pasos en la fe se consagraron durante su adolescencia, cuando María Cristina Cella ejerció como catequista y animadora del oratorio. Fue en aquellos años cuando cursó el bachillerato lingüístico ‘Regina Pacis’ de Cusano Milanese, y conoció la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora de Don Bosco, comenzando así un camino de discernimiento vocacional.

“Señor, muéstrame el camino: no importa si me quieres como madre o como religiosa, lo que realmente importa es que siempre haga tu voluntad”, escribió María Cristina en su diario espiritual en 1985. Poco tiempo después conoció a quien sería su marido, Carlo Moccellin, durante unas vacaciones en Vicenza.

A los 18 años comenzaron los problemas de salud de María Cristina

Durante el noviazgo, en 1987, empezaron los problemas de salud. Fue al cumplir la mayoría de edad, a los 18 años, cuando le apareció un sarcoma en la pierna izquierda, siendo operada de urgencia. Una enfermedad que enseñó mucho a nuestra protagonista, tal y como se pueden leer en sus escritos.

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“Me di cuenta de que todo es un regalo, incluso una enfermedad, porque si se vive de la mejor manera, realmente puede ayudar a crecer”, le escribió a Carlo en 1988. Tras aquel trance, se casó con él en 1991. El matrimonio tuvo dos hijos, Francesco y Lucia.

María Cristina sufre una recaída durante el embarazo de su tercer hijo

En 1993 se quedó nuevamente embarazada, siendo el momento en el que la vida de la familia dio un giro de 180 grados, ya que a María Cristina se le volvió a reproducir el sarcoma de años antes en la misma pierna.

Tras conocerse el diagnóstico, María Cristina temía por el bebé que llevaba en su interior. Para evitarlo, el matrimonio decidió que María Cristina se sometiese a un tratamiento médico que protegiera a su hijo: “Me resistí a entregarte con todas mis fuerzas, tanto que el médico lo entendió todo y no dijo nada más”, manifestaba en otro de sus escritos dirigidos a Riccardo, su tercer hijo.

Una vez que Riccardo nació, en 1994, comenzó con el nuevo tratamiento, pero para entonces ya era demasiado tarde, pues el tumor se había extendido por los pulmones: “Creo que Dios no permitiría el dolor si no quisiera obtener un bien secreto y misterioso pero real”, escribió. “Creo que algún día entenderé el significado de mi sufrimiento y agradeceré a Dios por ello”, resaltó.


Muerte y los escritos dirigidos al hijo que salvó

El 22 de octubre de 1995 murió a los 26 años de edad, pero su historia, sigue inspirando a muchas personas en la lucha provida. En su carta a Riccardo, que escribió un mes antes de morir, destacó la belleza de su vida.

“Querido Ricardo, debes saber que no estás aquí por casualidad. El Señor quiso que nacieras a pesar de todos los problemas que había. Cuando supimos que estabas ahí, te quisimos y te deseamos con todas nuestras fuerzas”, remarcó.

“Fue esa noche, en el coche de regreso del hospital, cuando te moviste por primera vez. Parecía como si estuvieras diciendo: ‘¡gracias mamá por quererme!’. ¿Y cómo no te vamos a querer? Eres precioso, y cuando te miro y te veo tan bonito, despierto, simpático, pienso que no hay sufrimiento en el mundo que no merezca la pena soportar por un niño”, reflexionaba.

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Pocos días antes de morir, escribió en otra carta que, aunque su salud era precaria era feliz y remarcó que le daba “vergüenza pedirle al Señor cualquier otra cosa, para nosotros el milagro ya está ahí: si Él nos ama y nos amamos, nada más importa”, relataba la Sierva de Dios.

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