Jacques Fesch: de condenado a muerte por cometer un asesinato a posible beato tras su conversión en prisión

El francés fue condenado a muerte en 1957 tras asesinar tres años antes a un agente policial mientras huía de un atraco. Una experiencia en su celda cambió su vida

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Jacques Fesch pasó de ser condenado a muerte tras cometer un asesinato en 1957 a abrirse la causa de beatificación casi cuatro décadas después, en 1993. Durante el tiempo que permaneció entre rejas, experimentó la misericordia de Dios, poniéndose en sus manos.

Como es de suponer, la apertura de su causa como beato no estuvo exento de polémica. Por aquel entonces, el arzobispo de Paría, el cardenal Jean Maria Lustiger, quiso precisar que “declarar santo a alguien no significa que la Iglesia admire los méritos de esa persona, sino propone un ejemplo de conversión de alguien que, independientemente de su camino humano, supo escuchar la voz de Dios y se arrepintió”, expresó hace 28 años el purpurado.

Jacques Fesch nació el 6 de abril de 1930 en la localidad francesa de Saint-Germain-en-Laye. Era hijo de un banquero ateo de origen belga que vivía lejos de sus hijos y se divorció de su esposa.

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Fesch fue educado en la religión católica por su madre, pero abandonó la fe a los 17 años. Durante la Segunda Guerra Mundial, Fesch fue enviado a luchar contra los nazis. Tras la contienda, regresó al país galo y se casó con Pierrette Polack. Sin embargo, nuestro protagonista no era un ejemplo de fidelidad. Más bien era mujeriego, llegando a tener un hijo en una de sus relaciones extramatrimoniales, que fue entregado a un orfanato.

Su carácter difícil le hizo desviarse del camino

Su carácter disperso e inestable hizo que abandonara su empleo en el banco y a su familia. Adquirió un barco para viajar por todo el mundo. Su falta de recursos económicos hizo que, para subsistir, asaltó una casa de cambio el 25 de febrero de 1954.

Al ver que el cambista intentó detenerlo, Fesch le golpeó dos veces en la cabeza con la culata de su arma. Mientras huía, se encontró con el oficial de policía Jean Vergne, de 35 años, viudo y padre de una niña, al que mató de tres tiros.

Tras ser arrestado, permaneció tres años en prisión. Luego fue condenado a muerte, en 1957. Fue en aquel intervalo de tiempo cuando se produjo la conversión de Fesch, aunque no desde el primer momento. De hecho, en la cárcel de La Santé recibía las visitas del capellán, pero el preso se mostraba indiferente, manifestando que no era un hombre de fe.


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El 28 de febrero de 1955 cambió por completo la vida de Fesch

Pero todo cambió la noche del 28 de febrero de 1955, cuando tuvo una experiencia que propició su conversión. Una historia que relataba en el libro que él mismo escribió: “Estaba acostado, con los ojos abiertos, sufriendo mucho por primera vez en mi vida. De repente, un grito salió de mi pecho, una súplica de ayuda - Dios mío - y, como un viento impetuoso que pasa sin que yo sepa de dónde viene, el Espíritu del Señor me agarró por la garganta. Tenía la impresión de un poder infinito y una bondad infinita que, desde ese momento, me hizo creer con convicción que nunca estuve abandonado”, resaltó.

Desde aquel momento, Fesch se acercó a las figuras de San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila y Santa Teresita del Niño Jesús, a quien llamaba “mi pequeña Teresa” y decidió adoptar un estilo de vida monástico mientras permanecía en la cárcel. Desde su celda, transmitió su fe a través de cartas. En una de ellas expresaba a su amigo: “¡Acabo de recibir la Comunión, es una gran alegría! ‘Vivo, pero ya no vivo yo, porque es Cristo quien vive en mí’”.

Cuando se fijó la fecha de su decapitación, Fesch decidió esperar este momento en paz y oración, viéndolo como una forma de santificación. “Que cada gota de mi sangre borre un pecado mortal”, indicó.

“Último día de lucha. Mañana, a esta hora, estaré en el Cielo. Déjame morir, si esa es la voluntad del buen Dios. La noche avanza y cada vez me siento más aprensivo. Meditaré en la agonía del Señor en el Huerto de los Olivos. Dios mío, ayúdame, no me abandones. Cinco horas más y estaré en la verdadera vida. ¡Cinco horas más y veré a Jesús!”, escribió en la víspera de su ejecución.

El 1 de octubre de 1957, Jacques Fesch murió en la guillotina. Cuando los guardias llegaron a su celda para buscarlo, lo encontraron de rodillas rezando junto a la cama. Sus últimas palabras fueron: Señor, no me desampares, confío en Ti”.

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