Entrevista con Marcelo Figueroa, biblista presbiteriano, acerca del protestantismo sudamericano

Entrevista con Marcelo Figueroa, biblista presbiteriano, acerca del protestantismo sudamericano
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El desafío ecuménico latinoamericano- Entrevista con Marcelo Figueroa
Reflexionando sobre el encuentro de Lund, tuve la impresión de que sólo un Papa que viene de un mundo lejano de Europa ?un mundo que no tiene memoria de los seculares conflictos entre católicos y protestantes y que por consiguiente tiene una relación diversa con las varias denominaciones protestantes? podía cumplir ese acto valiente y profético que fue unirse a la Iglesia luterana para conmemorar el aniversario de la Reforma.
"Concuerdo con esta interpretación de la reunión, porque el protestantismo sudamericano, evangélico y luterano, es muy distinto sea del europeo que del norteamericano, aunque obviamente siente su influencia". Muy vivaz, plantea otros problemas, pero ofrece ocasiones también de colaboración, a la Iglesia católica". Habla Marcelo Figueroa, biblista presbiteriano argentino muy cercano al PapaFrancisco, que ha participado en el viaje del Pontífice a Suecia.
Muy distinto ?diría? del protestantismo europeo, que parece ir hacia una absorción por parte de la secularización de manera todavía más rápida que la Iglesia católica. Pero precisamente este proceso en acto hace menos conflictivas algunas de las cuestiones teológicas objeto de discordia durante siglos: como el problema de la salvación, que hoy parece poco importante en una sociedad como la nuestra, donde se quiere olvidar la muerte, y todo aquello que tiene que ver con ella, incluido el más allá.
Para el protestantismo sudamericano el Evangelio debe servir para resolver problemas actuales y urgentes de la vida cotidiana. Esos grupos, como los carismáticos, que han fundado su mensaje sobre la salvación eterna se han enfrentado con peticiones diversas que venían del pueblo. También entre nosotros la secularización ha llevado a mirar a la a la muerte con un cierto relativismo: si existe la muerte, es un problema de Dios, no nuestro. Hoy se piensa en la muerte no como al desemboque del recorrido humano, sino como miedo de vivir. Una visión menos profunda, que puede llevar en algunos casos a legalizar la eutanasia, vista como solución posible para una vida que se presenta como interminable, aunque ha perdido mucho en calidad. Sobre este problema la mayoría de los protestantes es contraria, pero un sector muy influido por el pensamiento europeo, aun no usando la palabra eutanasia, piensa que la muerte lleve inmediatamente a la salvación, por ello no acepta ningún tipo de prolongación artificial de la vida.
Otro argumento controvertido fue el libre acceso a los textos sagrados, división que hoy ya no subsiste. Incluso en el mundo católico efectivamente los fieles están acostumbrados a leer textos directamente, en las traducciones que prefieren y a menudo a discutirlos en grupos de laicos, incluso muy animadamente.
Sobre este tema hay una gran diferencia entre los varios grupos. La lectura protestante clásica tiene en cuenta los padres de la Iglesia y de la sabiduría acumulada en siglos de exégesis, pero sobre todo del contexto: en el que fueron escritos y en el cual los leemos ahora. Es un antídoto contra el fundamentalismo, que en sustancia consiste en una lectura sin contexto. Pero en el mundo latinoamericano se han constituido grupos que dan a la Palabra un valor literal, sobre todo cuando es proclamada por el pastor. Como si el pastor pudiese eliminar toda meditación y llevar directamente la palabra de Dios. Es una tendencia difundida en América del Norte, pero también entre nosotros. Y esta es una lectura fundamentalista. En el interior de la Reforma hay un proceso de revisión de la Biblia, que pone discusión un pasado en el cual se usaban más que nada la lente de Paolo, mientras hoy intentamos interpretarla a través de la mirada de Jesús.
¿Qué quiere decir cuando habla de importancia del contexto?
Para explicarme mejor pondré el ejemplo de una experiencia que influyó mucho en nuestra exégesis, como fue la traducción de las Sagradas Escrituras en las lenguas indígenas, en la cual colaboré. Fue un trabajo que nos hizo descubrir una interpretación más amplia y profunda entre el ser humano y la naturaleza, presente en las culturas indígenas. Y nos impulsó a renovar conceptos como el de justicia y paz. Así descubrimos una diferencia que enriquece, y que nos hizo volver a replantearnos nuestra tradición. Especial importancia tuvo para nosotros la traducción del término comunidad, de la cual redescubrimos la fuerza y la riqueza que nos ha llevado a una comprensión más profunda de los textos, sobre todo de los Actos de los Apóstoles. Y también a una revisión de la interpretación protestante, que había desarrollado sobre todo el aspecto espiritual individual. Ahora en cambio hemos redescubierto la riqueza de la comunidad, que la Iglesia católica ha valorizado mayormente.
Francisco parece haber tomado inspiración de vuestras experiencias cuando, siendo el primero entre todos los Papas, ha escrito una encíclica dedicada a la relación con la naturaleza.
Este interés por la naturaleza le viene de su ser jesuíta, es decir, de la relación intensa que la Compañía siempre ha tenido con las misiones y la gran atención por la cultura indígena, por la concepción de la naturaleza que les caracteriza. La atención a la ecología por consiguiente se ha convertido hoy en una actitud compartida por protestantes y católicos.
No obstante sigue abierto un frente causa de conflicto que es el de los sacramentos.
Los protestantes están divididos en dos sectores: el de los que no aceptan el bautismo católico porque es recibido en una edad muy precoz y entonces carece de verdadera intención. Por tanto, a quien se convierte, se le pide un segundo bautismo. Pero la mayor parte de las Iglesias protestantes reformadas (no de las evangélicas y pentecostales) no tiene problemas, y acepta el bautismo católica. Este es un punto muy importante, porque significa reconocernos todos cristianos. Mucho más compleja es la situación de la Eucaristía. Para nosotros representa el misterio, pero no llega a la transustanciación. No poderse comunicar juntos constituye una verdadera tragedia. Según mi opinión es una herida abierta en el corazón de Jesús. En mi Iglesia presbiteriana el pan y el vino se ofrecen a todos, sin distinción. Para resolver esta cuestión es necesario mucho trabajo teológico, pienso que debemos volver a entender qué haya sido la eucaristía para la Iglesia primitiva, y empezar de ahí para aclarar las diferencias. Pero siempre nos encontramos de acuerdo sobre un punto, que es un punto fundamental: ecclesia sempre reformanda.
Otro problema de difícil solución es el del clero, el del sacramento del orden, es decir, de la consagración sacerdotal, del cual desciende también el núcleo de la jerarquía eclesiástica y del papado.
Al sacerdocio nosotros respondemos acentuando la importancia de la persona respecto a la de su rol, y llamándonos al sacerdocio universal de todos los cristianos. Claro, esto constituye de todos modos un problema de difícil solución: según mi opinión, en consecuencia, podemos convivir, colaborar, pero no unificarnos. La presencia de un Papa como Francisco ha abierto muchas perspectivas nuevas. Algunos protestantes han mostrado una apertura generosa respecto a su modo de vivir la pastoral, de su modo de concebir el espíritu de Cristo. Se reconocen en sus palabras: así es posible caminar juntos. También Benedicto XVI se había abierto a los protestantes, pero Francisco propone hoy un modo propio de caminar juntos, una práctica activa llena de alegría. El ecumenismo quiere decir admitir que todos nos reconocemos en Cristo, pero luego es necesario encontrar la manera de transformar esta evidencia abstracta en un tema actual, urgente. Hoy la vemos concretarse en el ecumenismo de la misericordia. Sobre estos temas se puede y se debe caminar juntos.
Otro problema parece dividir a católicos y protestantes, y es el rol de las mujeres. Pienso que aquí la situación es más complicada de lo que parece a primera vista. En Lund un clero todo masculino, el católico, fue acogido por una mujer obispo. Parece que la Iglesia católica ignore a las mujeres, mientras los protestantes les asignan un puesto igualitario. Pero, si miramos a la historia, vemos que la cuestión no es así de simple: en la tradición protestante, a parte de los momentos iniciales, las mujeres han sido excluidas de la esfera religiosa, mientras la Iglesia católica, con la presencia de las órdenes femeninas y de las santas, les ha ofrecido la posibilidad de contribuir a la construcción de la tradición común. A los protestantes, efectivamente, les faltan mujeres como Teresa de Ávila o Edith Stein, pero les falta también ese gran número de misioneras que, en el mundo, atienden a las mujeres desafortunadas y sometidas a la violencia, ofreciéndoles una vía de recuperación.
Es verdad, entre nosotros hay pastores y obispos, pero faltan las misioneras. Es casi una paradoja: precisamente los protestantes, que dan testimonio de igualdad, luego son mucho menos organizados por lo que respecta a la presencia femenina en el territorio. No siempre los cargos más elevados potencian la presencia y la contribución femenina, o en cualquier caso no son suficientes.
También en América latina faltan estas estructuras femeninas religiosas que ayudan a las mujeres. Si miramos la cuestión de la mujer desde este punto de vista, vemos que postular a mujeres para pastor o sacerdote no nos aleja solamente, sino que nos hace reflexionar a través de una confrontación constructiva.
Querría que nos explicase mejor el protestantismo sudamericano.
América latinapermanece un continente católico, el porcentaje de protestantes varía de país a país: en Argentina son el diez por ciento, en Colombia el treinta, en Chile el veinte, en Costa Rica y en Guatemala el cuarenta. Pero se trata de un porcentaje mucho más significativo que el europeo: por ejemplo, Suecia resulta un país donde el protestantismo es prevalente, pero luego los verdaderos fieles son pocos. En cambio entre nosotros son fieles mucho más activos, y por consiguiente su presencia se nota más. También por ello el peso del protestantismo sudamericano sobre el mundial es muy alto. En un país como Brasil, además, los movimientos carismáticos y evangélicos están comprometidos con una política activa, se sientan en el parlamento y han comprado grandes agencias que controlan la difusión de las noticias. Para ellos la política es una misión divina, se sienten inspirados por Dios más que por un programa concreto, para ellos la Biblia está por encima de la ley, y propugnan una idea teocrática de la política, que mueve mucho dinero y goza de una gran influencia. De esta manera, sin embargo, rompen con la tradicional línea política mantenida por los protestantes, que ha sido siempre la de la defensa del estado laico y del sistema democrático. En pasado, se criticaba a la Iglesia católica porque era reconocida como religión de Estado ?una condición que en países como Argentina había creado problemas en los colegios y cementerios protestantes ?mientras ahora muchos protestantes propugnan un estado teocrático. Una parte de los movimientos carismáticos son difusos en las clases populares, pero sostienen que el Evangelio debe señalar una vida material para salir de la pobreza: a diferencia de los católicos, entre ellos la pobreza no es aceptada para nada. Respecto a los temas de bioética, el protestantismo de América latina no se diferencia de manera significativa de la posición de la Iglesia. Distinto es el problema de los matrimonios homosexuales, porque para los protestantes el matrimonio no es un sacramento, por lo tanto se trata de una cuestión política. Con relación a los homosexuales la diferencia entre los diversos sectores es notable: los hay que les aceptan, y los que por el contrario llegan incluso a excluirles de todo sacramento. Pero estas actitudes y estas situaciones terminan por hacer más conflictiva su relación con el protestantismo europeo.
La última pregunta es referida al problema del proselitismo, deplorado en más de una ocasión por el Papa Francisco con las palabras de Benedicto XVI.
La tentación de "las ovejas a otros" para los protestantes puede ser muy fuerte, y vemos que los evangélicos de sectores más conservadores ?que son la mayoría por el número y por la capacidad de comunicación y que para la gran parte experimentan la influencia de grupos norteamericanos? están en fuerte competición con los católicos. En cambio pienso que deberíamos ir juntos a difundir el Evangelio, y después dejar que cada uno elija. Porque las personas necesitan a Cristo, no una pertenencia. Esto sería verdadero ecumenismo, pero estamos todavía lejos de una colaboración semejante. Pero aquí está precisamente el desafío ecuménico más importante en América del Sur, todavía más importante que resolver el problema de la Eucaristía: llevar a la gente al Cristo vivo del cual tiene extrema y urgente necesidad.
Lucetta Scaraffia
L?Osservatore Romano, 8-11-2016