Catequesis del Papa Francisco sobre el noviazgo, 27-5-2015

Catequesis del Papa Francisco sobre el noviazgo, 27-5-2015
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El noviazgo, camino de maduración en el amor
Audiencia general del Papa Francisco del miércoles 27 de mayo de 2015
Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días!
Prosiguiendo estas catequesis sobre la familia, hoy quisiera hablar del noviazgo. El noviazgo ?la misma palabra lo deja percibir (*)? tiene que ver con la confianza, con la confidencia, con la fiabilidad. Confianza en la vocación que Dios nos da, porque el matrimonio es, ante todo, el descubrimiento de una llamada de Dios. Ciertamente es cosa buena que hoy los jóvenes puedan optar por casarse sobre la base de un amor recíproco. Pero precisamente la libertad del vínculo requiere una armonía consciente de la decisión, no solo una mera consonancia de la atracción o del sentimiento, de un momento, de un tiempo breve… Requiere un camino.
Dicho en otras palabras, el noviazgo es el tiempo durante el cual los dos están llamados a trabajar debidamente en el amor: se trata de un trabajo participativo y compartido, que se adentra en la profundidad. Cada uno va descubriendo al otro progresivamente: es decir que el hombre "aprende" a la mujer al aprender a esa mujer, su novia; y la mujer "aprende" al hombre al aprender a ese hombre, su novio. No infravaloremos la importancia de este aprendizaje: se trata de un hermoso compromiso, y el propio amor lo exige, porque no es tan solo una felicidad despreocupada, una emoción embelesada… El relato bíblico habla de toda la creación como de una hermosa obra del amor de Dios; el Libro del Génesis dice que "vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno" (Gen 1, 31). Solo al final Dios "descansó". Gracias a esta imagen comprendemos que el amor de Dios, que dio origen al mundo, no fue una decisión extemporánea. ¡No! Fue una hermosa labor. El amor de Dios creó las condiciones para una alianza irrevocable, sólida, destinada a durar.
La alianza de amor entre el hombre y la mujer, alianza por la vida, no se improvisa, no se hace realidad de un día para otro. No existe el matrimonio exprés: hay que trabajar sobre el amor, hay que caminar. La alianza del amor del hombre y de la mujer se aprende y se perfecciona. Me permito decir que es una alianza artesanal. Hacer de dos vidas una sola vida es también casi un milagro, un milagro de la libertad y del corazón, encomendado a la fe. Tal vez deberíamos trabajar más en esto, porque nuestras "coordenadas sentimentales" han incurrido en cierta confusión. Quien pretende quererlo todo y enseguida, también cede después en todo ?y enseguida? ante la primera dificultad (o ante la primera ocasión). No hay esperanza para la confianza y la fidelidad del don de sí, si prevalece la costumbre de consumar el amor como una especie de "integrador" del bienestar psicofísico. ¡El amor no es eso! El noviazgo fija adecuadamente la voluntad de custodiar juntos algo que nunca deberá comprarse o venderse, traicionarse o abandonarse, por muy atractivo que resulte el ofrecimiento. Y también Dios, cuando habla de la alianza con su pueblo, lo hace, en algunas ocasiones, en términos de noviazgo. En el Libro de Jeremías, hablando al pueblo que se había alejado de él, le recuerda el tiempo en que dicho pueblo era la "novia" de Dios, y dice así: "Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia" (2, 2). Y Dios recorre ese itinerario de noviazgo; después hace también una promesa ?la hemos escuchado al principio de la Audiencia, en el Libro de Oseas?: "Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor" (2, 21-22). Es un largo itinerario el que el Señor recorre con su pueblo en ese camino de noviazgo. Al final, Dios se casa con su pueblo en Jesucristo: se casa con la Iglesia en Jesús. El Pueblo de Dios es la esposa de Jesús. Pero ¡qué camino tan largo! Pero vosotros, los italianos, tenéis en vuestra literatura una obra maestra sobre el noviazgo [Los novios, de Alessandro Manzoni]: es preciso que los chicos la conozcan, que la lean; es una obra maestra en la que se narra la historia de unos novios que han sufrido mucho dolor, que han recorrido un camino plagado de dificultades hasta llegar al final, al matrimonio. No arrinconéis esta obra maestra sobre el noviazgo que la literatura italiana os ha ofrecido precisamente a vosotros. Seguid adelante, leedlo y veréis la belleza, el sufrimiento, pero también la fidelidad de los novios.
La Iglesia, en su sabiduría, conserva la distinción entre ser novios y ser esposos ?no es lo mismo? precisamente en consideración de la delicadeza y de la profundidad de esta comprobación. Procuremos no despreciar con ligereza tan sabia enseñanza, que se alimenta también de la experiencia del amor conyugal felizmente vivido. Los símbolos fuertes del cuerpo poseen las llaves del alma: no podemos tratar los vínculos de la carne con despreocupación sin abrir alguna herida duradera en el espíritu (cf. 1 Cor 6, 15-20).
Ciertamente, la cultura y la sociedad actuales se han vuelto bastante indiferentes respecto a la delicadeza y a la seriedad propias de esta fase. ¡Y, por otro lado, no puede decirse que sean generosas con aquellos jóvenes que están seriamente intencionados a fundar un hogar y a traer hijos al mundo! Antes al contrario, a menudo les ponen mil obstáculos, tanto mentales como prácticos. El noviazgo es un itinerario de vida que ha de madurar como la fruta, es un camino de maduración en el amor, hasta el momento en que se convierte en matrimonio.
Los cursillos prematrimoniales constituyen una expresión especial de esta preparación. Y vemos a muchas parejas que acuden tal vez al curso algo a desgana: "¡Estos curas, que nos obligan a hacer un curso! Pero ¿por qué? ¡Cualquiera lo sabe!", y acuden a desgana. Pero después quedan contentas y dan las gracias, porque, en efecto, ahí han tenido la ocasión ?¡a menudo la única!? de reflexionar sobre su experiencia en términos no triviales. Sí: muchas parejas están juntas mucho tiempo, tal vez incluso en la intimidad, en ocasiones conviviendo, pero no se conocen realmente. Esto puede parecer extraño, pero la experiencia demuestra que es así. Por eso hay que revalorizar el noviazgo como tiempo de conocimiento recíproco y de compartición de un proyecto. Hay que plantear el camino de preparación al matrimonio desde esta perspectiva, valiéndose también del testimonio ?sencillo pero intenso? de cónyuges cristianos. Y, también aquí, centrándonos en lo esencial: la Biblia, que hay que redescubrir juntos, de manera consciente; la oración en su dimensión litúrgica, pero también en esa "oración doméstica" que hay que vivir en la familia; los sacramentos, la vida sacramental, la confesión, la comunión, en la que el Señor acude a habitar en los novios y los prepara a acogerse realmente el uno al otro "con la gracia de Cristo"; y la fraternidad con los pobres, con los necesitados, que nos instan a la sobriedad y a la compartición. ¡Los novios que se implican en ello crecen los dos, y todo esto los impulsa a preparar una hermosa celebración del matrimonio de manera distinta, no mundana, sino cristiana! Pensemos en las palabras de Dios que hemos escuchado, cuando habla a su pueblo como el novio a la novia: "Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor" (Os 2, 21-22). Que cada pareja de novios piense en esto, y que se digan el uno al otro: "Me desposaré contigo". Esperar ese momento; es un momento, es un itinerario que procede lentamente hacia delante, pero es un itinerario de maduración. No hay que quemar las etapas del camino. La maduración se realiza así, paso a paso.
El tiempo del noviazgo puede convertirse también en un tiempo de iniciación. ¿A qué? ¡A la sorpresa! A la sorpresa de los dones espirituales con los que el Señor, a través de la Iglesia, enriquece el horizonte de la nueva familia que se dispone a vivir en su bendición. Ahora os invito a rezar a la Sagrada Familia de Nazaret: Jesús, José y María. A rezar para que la familia recorra este camino de preparación; a rezar por los novios. Recemos todos juntos a la Virgen un Avemaría por todos los novios, para que puedan entender la belleza de este camino hacia el matrimonio. ["Dios te salve, María…"]. Y a los novios que estáis en la plaza: "¡Feliz camino de noviazgo!".
(*) El término italiano fidanzamento, empleado por el Papa en su catequesis y equivalente al español "noviazgo", diferentemente de este, guarda relación, desde el punto de vista etimológico, con las palabras "confianza", "confidencia" y "fiabilidad". De ahí la afirmación del Santo Padre. [N. del T.]
Saludo en español al final de la Audiencia
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y de América Latina. Invito a todos, especialmente a los esposos cristianos, a acompañar con la oración y el testimonio de amor y fidelidad, a los jóvenes novios que se preparan para el matrimonio. Muchas gracias.
(Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA)