El voluntariado que acompaña a pacientes a través de las flores: "Me llevo muchísimo más de lo que doy, sobre todo amor universal"
Una voluntaria utiliza el arte floral japonés como terapia para acompañar a pacientes de cuidados paliativos y a sus familias en el hospital de Salamanca

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Acompañar a través de las flores. Esa es la delicada labor que Rosa Rabadán realiza desde hace doce años como voluntaria en la unidad de cuidados paliativos del hospital de Los Montalvos, en Salamanca. Como parte del programa de 'atención integral a personas con enfermedades avanzadas', Rabadán utiliza el arte floral del Ikebana como una herramienta para acercarse a los pacientes y sus familias en la etapa final de sus vidas, una iniciativa que ha compartido en el programa 'Ecclesia al día' de TRECE.
Un puente de calma y diálogo
La llegada de Rosa a una habitación siempre genera una "sorpresa agradable", como ella misma describe. Su método se adapta a cada situación: a veces, el propio paciente se anima a crear un centro de flores con ella en un espacio habilitado; en otras ocasiones, es ella quien prepara el arreglo y lo lleva a la habitación. En ambos casos, el efecto es inmediato, ayudando a los enfermos a "salir de la habitación" y cambiar de ambiente.
La técnica Ikebana, con sus tres pilares fundamentales (cielo, tierra y hombre), sirve como punto de partida para abrir "un hilo de conversación". Según explica Rabadán, este arte japonés permite a los pacientes expresar, a través de las flores, "quién es su centro, su sostén, su vida, sus preocupaciones, sus vacíos, su equilibrio y su sostén".
El proceso creativo se convierte en "una forma de meditación activa", que aporta sosiego y un propósito. Tras finalizar el arreglo floral, este permanece en la habitación, y los pacientes asumen la tarea de cuidarlo hasta la siguiente visita de Rosa, una vez por semana. Este pequeño gesto les devuelve una rutina y la responsabilidad de mantener algo vivo.

Mucho más de lo que doy
Aunque su labor es entregar tiempo y consuelo, la voluntaria asegura recibir mucho más a cambio. "Yo me llevo muchísimo más de lo que doy", afirma con rotundidad. Esta experiencia le ha enseñado a "ponderar las cosas", a ser "un poquito más sabia cada día" y a gestionar mejor las circunstancias de su propia vida y la de su entorno.
Pero por encima de todo, Rosa destaca el afecto que recibe, un "amor universal que nos une a todos". A menudo, la palabra amor, al igual que muerte, se evita en el día a día, pero en la unidad de paliativos cobra un sentido profundo. "He recibido unos abrazos increíbles y unas miradas inolvidables", confiesa, resumiendo el incalculable valor de su voluntariado.

Un bálsamo también para las familias
El acompañamiento de Rosa no se limita a los enfermos, sino que se extiende a sus familiares. Gracias a la formación que recibe de la fundación Kaiza, está preparada para escuchar y apoyar a todo el núcleo familiar. Las flores, explica, "ayudan a romper un poquito el hielo" y a superar el "miedo de comunicación que puede existir entre el familiar y el paciente".
Aunque guarda con celo la intimidad de las historias que presencia, Rabadán comparte anécdotas que reflejan la gratitud y el impacto de su labor, desde pacientes que intentan pagarle por un arreglo floral hasta aquellos que le sacan parecidos con sus propios familiares. Su presencia, sin duda, ayuda a que el camino hacia el final de la vida sea "mucho más agradable" para todos.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.





