Vuelve a ver la Eucaristía de clausura de la Peregrinación Europea de Jóvenes

Desde el Monte del Gozo, el enviado especial del Papa, el cardenal Antonio Marto, ha pedido a los jóvenes "que pongan en marcha la revolución de la fraternidad"

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Ni el cansancio, ni las noches sin dormir, ni las heridas provocadas por el Camino. Nada ha impedido a los más de 12.000 jóvenes asistor a la Eucaristía final de la PEJ, y a las 10 de la mañana ya colmaban el Monte del Gozo.




Movidos por el deseo de seguir a Jesús

Durante estos días de Peregrinación Europea de Jóvenes “habéis vivido una serie de bellos y enriquecedores encuentros y experiencias. Su belleza y riqueza no son solo para vosotros, sino para que lo comuniquéis a los demás”, les ha dicho el cardenal Antonio Marto, enviado especial del Papa Francisco para este encuentro que ha presidido esta celebración acompañado de más de 60 obispos españoles.

No tengáis miedo

Una celebración eucarística de clausura y acción de gracias, pero al mismo tiempo de envío, “por que el Señor Jesús os envía con las mismas palabras de la convocatoria: “Joven, levántate y sé testigo”. Sigamos, pues, meditando sobre el tema del testimonio, dejándonos inspirar por las lecturas de la Palabra proclamada. Centrémonos en tres aspectos: el testimonio de vida nueva con Jesucristo, de la fraternidad y de la alegría del Evangelio”, ha comenzado el purpurado en su homilía.

Testigos de la Alegría del Evangelio

“Como cristianos, no podemos ocultar que si la música del Evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, perderemos la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en el hecho de saberse siempre perdonado y enviado”, les ha insistido.


Por eso, si la música del Evangelio deja de resonar “en nuestros hogares, en nuestras plazas, en nuestros trabajos, en la política y en la economía, habremos extinguido la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de cada hombre y mujer, y la casa común que nos concierne a todos”.

Si la música del Evangelio deja de sonar, “habremos perdido los sonidos que llevarán nuestra vida al cielo, atrincherándonos en uno de los peores males de nuestro tiempo: la soledad y el aislamiento, la enfermedad que les llega a los que no tienen ningún vínculo y que se encuentra también en los ancianos abandonados a su suerte, así como en los jóvenes sin referentes ni oportunidades de futuro”. "Es triste ver a un cristiano sin alegría, sobre todo si es joven", ha repetido.


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